26. Me gusta tu plan.

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No quiero, pero si quiero

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No quiero, pero si quiero.

Debería alejarlo, al principio quise oponerme rotundamente para seguir con los planes iniciales, pero se me complicó todo en el momento que sus labios impactaron contra los míos, robándome la última pizca de cordura, soy débil cuando se trata de él tocándome.

Lo beso, me besa, y no es de esos besos que me robaba tiernamente, no, este es el tipo de beso que extrañaba, que anhelaba, que pensé que jamás volvería a sentir, el tipo de beso que hace temblar todo tu mundo.

Sus manos aprietan mi cintura, arqueo un poco la espalda y empiezo a pasarle las manos descaradamente por el abdomen, el pecho, el cuello, termino rodeando su nuca y mis dedos juguetean con algunos de sus mechones de cabello mientras continuamos devorándonos.

—Mierda —murmura cuando se aleja unos segundos para recuperar el aire.

De repente se me escapa un gemido ahogado cuando me alza como si no pesara, enrollo mis piernas en su cadera y me agarra el culo para sostenerme. Él camina por los dos y me sienta en uno de los bordes de la mesa, alejados de mi obra de arte culinaria y de la cajita de porcelana que ni siquiera ha observado, está muy ocupado encendiéndome como un fósforo.

Estuve esperando este momento, deseaba que él diera el primer paso porque temía que al darlo yo me rechazara. Y disfruto, siento un placer indescriptible cuando su dureza roza mi entrepierna, romperá los pantalones de la misma forma que yo he mojado mi ropa interior.

—No arruinarás mi fabulosa cena —murmuro entre sus labios, coloco mis manos en su pecho y lo empujo un poco. Él se aleja haciendo morritos.

Me da mucha gracia verlo, su boca parece la de un payaso después de una borrachera. Intento limpiarlo un poco con mis pulgares, desviando mi mirada hacía sus labios para no tener que mirar sus ojos.

—Pensé que querías —no es un reproche, ni una pregunta, es como un comentario de él para él, uno que dijo en voz alta sin pensarlo.

—Y quiero —mucho, demasiado, es más, me regaño mentalmente, debería estar sin bragas, con él dentro de mí haciendo retumbar la mesa—. Pero no ahora —mentirosa.

—Está bien —da unos pasos lejos y me ayuda a bajarme de la mesa, intento recomponer el vestido que se me ha subido hasta la cadera, pero él se me adelanta y lo baja, luego lo intenta planchar un poco con sus manos.

— ¿De verdad? —bromeo, no pensé que aceptaría tan fácil, siempre suele seducirme por más tiempo.

—Un no es no —lo miro con ternura cuando sonríe divertido, está muy guapo.

—Un no a veces no es suficiente —no sé por qué carajo suelto eso, pero frunce el ceño y me mira extrañado.

—Un no para mí siempre lo será.

Y le creo, tengo que repetirme mil veces más que Damián no es como Anderson, ni como Marcos, que siempre terminaba obligándome a hacer algo que no quería, jamás se sobrepasó, eran pequeñas cosas que para mí significaban mucho: "Amanda, obedece" "Amanda, no pelees con tu papá" "Amanda, sé que no quieres asistir, pero lo harás" "Amanda, sé que no te agrada, pero sonreirás y asentirás a todo lo que diga"

Las reglas para amarte | 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora