59. ¿Serás buen papá?

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—Deberías sentirte feliz, dichosa, te ha ahorrado años de lucha, planificación y agotamiento —chasquea los dedos y el sonido me hace apretar los dientes—, así de fácil tendrás lo que te corresponde por ley

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—Deberías sentirte feliz, dichosa, te ha ahorrado años de lucha, planificación y agotamiento —chasquea los dedos y el sonido me hace apretar los dientes—, así de fácil tendrás lo que te corresponde por ley.

Sonríe y me aterra ver lo mucho que se parece a Anderson, por un momento mi cabeza reemplazó su rostro por el de mi padre, su reacción llena de frialdad, la forma en que lanza palabras como si fueran balas, es difícil confiar en una persona así, pero no tengo opción, debo aprender a hacerlo, en estos momentos es de las pocas personas que me quedan.

—Sabes que mi objetivo no son esas acciones ni ese poder —intento sonar y lucir tranquila, coloco una expresión neutra, como si estuviera hablando de cualquier otra cosa—, hace unos años me hubiese conformado con eso.

—Es decir que ahora no.

—Exacto —ladeo el rostro y curvo los labios hacía la izquierda.

Si Anderson me hubiese dado lo que por derecho me corresponde desde un inicio, jamás habría sucedido la serie de acontecimientos que me llevan a lo que soy ahora. Sé que no me ayuda pensar en los quizá, aun así, no dejo de hacerlo, mi cabeza está llena de quizás dolorosos.

Me torturo imaginando un pasado distinto, no habría tenido que luchar por respeto, no me habría desgastado hasta el punto de encontrar consuelo en el alcohol. Quizá no hubiese tenido esa extraña relación con Damián, o quizá sí, una parte de mí desea pensar que era el destino encontrarnos. Y, si aun así nos hubiésemos enamorado, jamás habría acabado nuestra relación, al menos no por mi culpa, porque Anderson no me manipularía con lo único que deseaba, no tendría que escoger.

Lo nuestro dejó de ser un cuento de hadas desde aquel momento, enterré nuestro futuro cuando le pedí que se marchara, cuando le mentí, porque ahí mi príncipe se convirtió en una bestia astuta, inteligente, calculadora. Quería salvarlo de mi mundo sin pensar que se adaptaría tan bien, ahora ha llegado el punto en que entiende la verdadera ambición, la venganza.

Damián quiere que destruya a Anderson, y me ha dado el empuje inicial para hacerlo, ambos vamos por el mismo objetivo y entendió que en ese camino no puede existir un nosotros.

—Tendrás demasiado poder, Anderson no es idiota, empezará a verte como una amenaza. Cree que casándonos te mantendrá controlada, está confiado en que te dejará tan rota que no quedará nada por lo que quieras luchar.

—Está confiado en mi reacción cuando Damián se marche, estoy segura de que sonríe al imaginarme llorando, desesperada, ahogándome en mis penas, y ahora con un bebé.

—Probablemente, sus planes siempre salen bien —se encoje de hombros, tiene razón—, tu padre nunca ha fallado, tarde o temprano encuentra la forma de controlarnos a todos.

Bajo el rostro y llevo las manos instintivamente al vientre ligeramente hinchado. Ya no estoy sola y jamás lo estaré, sigo sufriendo, pero esta vez logro salir adelante con solo pensar que el bebé jamás tendrá que pasar lo que yo, me aseguraré de que crezca con todo el amor que soy capaz de darle. No puedo rendirme, no ahora, necesito destruir al mayor de mis males para tener un futuro libre para mí y mi hijo.

Las reglas para amarte | 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora