31. No me jodas Prescott...

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¡Buenas! ¡Ay Diositoooo! Lo que se viene... o,o

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Sigo enojada y lo seguiré estando.

Caí rendida en un sueño profundo mientras pensaba en las palabras adecuadas para la carta, creo que lo más difícil de todo fue empezar, encontrar un comienzo que me diera la confianza para seguir escribiendo y sacar lo que tenía que decir.

Siempre he sido buena redactando para argumentar mis proyectos, ideas y tareas, pero jamás mis sentimientos. Siempre admiré a Damián por tener la capacidad de ser sincero consigo mismo y con los demás; le gustaba escribir sus pensamientos, sentimientos, emociones, momentos vividos y ponerlos en papel, tampoco le importaba que otras personas se sumergieran en su cabeza y su corazón, es más, me permitió leer sus anotaciones un par de veces, sin vergüenza, sin temor a ser juzgado.

Aceptar tus propios sentimientos requiere demasiada fuerza.

Jamás regalé flores, jamás preparé una cena o le hice regalos especiales a alguien más, nunca redacté una carta romántica, para mí conquistar era un acto calculado que siempre obtenía un resultado positivo... hasta que llegó él.

De un momento a otro mi mano empezó a deslizarse por la hoja en blanco y las palabras salieron sin dudar, desnudé el alma y fue difícil, al terminar cada oración, el corazón me latía cada vez más rápido, el resultado de todo provocó un par de lágrimas imposibles de controlar, me sentía satisfecha y feliz, porque Damián siempre se había llevado mis primeras veces, y jamás me arrepentiría de eso.

La carta era hermosa, pero dudé; escondí el resultado debajo del computador para evitar las ganas de romperla. Y es que, tenía miedo, porque todos los intentos de cumplir las reglas terminaban con un resultado catastrófico. Intenté tenerle paciencia y terminé insultándolo, le regalé flores y chocolates y lo primero lo destrozó y lo segundo, bueno, la verdad es que ni quiero recordar lo segundo. Le di un obsequio y terminó en el patio trasero, le hice una cena inolvidable y de verdad que sería inolvidable... casi se muere.

Me recosté encima del escritorio y pensé en qué hacer, qué decisión tomar, pero el cansancio me venció y caí en un sueño profundo.

Como suele pasar cuando no tomo las pastillas, me levanto desorientada gracias a un recuerdo nada agradable, pero el susto que me llevo al encontrar a Damián leyendo la carta es mil veces peor. El enfado, terror y ansiedad explotan, discutimos, aunque él está con esa sonrisa bobalicona que me deja loca, además, dice cosas que me desconcentran.

—Vamos a celebrar nuestro compromiso, bella.

—No me cambies el tema —gruño, pero ya se me está olvidando lo que tengo que decir, es bueno en su trabajo de distracción—, no debiste... —me quedo muda. ¿Qué es lo que iba a decir?

Las reglas para amarte | 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora