16. No has roto el hechizo.

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La sensación de sus labios sobre los míos es irreal. Mágica. Desgarradora.

Por un minuto me sentí el ser más desgraciado del planeta, cuando lo vi dirigiéndose a la puerta pensé que sería el final de todo, porque, aunque tenga un plan para recuperarlo, nada va a funcionar si él no me ayuda.

Pensé que se marcharía, que se repetiría el tortuoso momento en el que cruzaba la puerta, el tortuoso momento donde solo podía verlo marchar mientras mi corazón se destrozaba y no podía hacer nada para detenerlo, no podía correr tras él, no podía llamarlo, solo podía quedarme inmóvil llorando por haberlo perdido.

Sus labios son el mejor consuelo y refugio que puedo encontrar, me desconectan del mundo, hacen que olvide todos los problemas y las preocupaciones. Pero, en vez de devorarlo me quedo inmóvil procesando si lo que sucede es real o una imaginación.

No está borracho, no lo has besado tú, te ha besado él... él a ti.

Recupero el control de mi mente y de mi cuerpo abrazándolo por el cuello y atrayéndolo más a mí, no quiero que se aleje, no quiero perderme nada, quiero aprovechar cada segundo que compartamos porque en cualquier momento esto puede acabarse. Al principio es un roce, pero ambos terminamos avivando la llama del deseo y nos consumimos juntos.

Nuestros labios se abren y nuestras lenguas recorren un lugar que antes era tan reconocido para ellas, la conexión sigue y la atracción es más grande que nunca. Muevo mis labios y lo beso, lo beso como siempre quise volver a hacerlo, chupo sus labios, muerdo el inferior y pierdo el sentido porque él toma la delantera. No relajo mi agarre, es más, lo refuerzo, mientras él me abraza por la cintura juntándome a su cuerpo.

Nuestro beso se vuelve descoordinado y desesperado, mis manos lo sueltan un poco y acarician sus hombros para bajar por sus brazos y luego volver a subir, necesito palpar que es real, que me está besando, que me está haciendo volar.

—Damián... —pronuncio su nombre entre besos desesperados.

Quiero que el momento dure para siempre, pero no tengo tanta suerte pues Damián me suelta con brusquedad y se aleja de mí dando varios pasos para crear distancia, nos miramos mutuamente y soy consciente de que tiene mi corazón en sus manos, lo tiene... y está a punto de masacrarlo, porque esa mirada no presagia nada bueno. Lo miro confundida sin saber qué hacer, y mi memoria me arroja otro flashback.

—Por favor... no —suplico cuando me doy cuenta de lo que hará y de cómo terminará esto.

Ya pasamos por esto, no puede ser tan cruel de darme esperanzas y arrebatármelas como si nada. Una media sonrisa se forma en sus labios, pero sus ojos muestran una tristeza que lo está sobrepasando. No nos destruyas. Es lo único que puedo pensar, sin embargo, eso es justo lo que hará.

Las reglas para amarte | 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora