45. Fechas.

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—Lo siento, de verdad lo siento mucho —murmura dirigiéndose a mí y solo a mí—, debes entender que es por tu bien, no quiero que te destruyas a ti misma

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—Lo siento, de verdad lo siento mucho —murmura dirigiéndose a mí y solo a mí—, debes entender que es por tu bien, no quiero que te destruyas a ti misma.

—Eres un imbécil de la peor calaña, jamás imaginé que fueras tan cobarde y poco hombre —le gruñe Damián con furia, me quedo observando la escena sin decir nada.

—No me culpes cuando has hecho lo mismo que yo, cuando se trataba de tu propio bienestar la has abandonado, puedo ser un cobarde, pero al menos digo la verdad.

La habitación se queda en silencio y siento los ojos de todos sobre mí, observándome, detallando cada una de mis reacciones, me repito a mí misma que este infierno es temporal, que podré contra todos los dardos que me lanzan y que al final lograré tener una vida tranquila.

—Me equivoqué con todos, el amor de mi vida es un mentiroso, mi ex es un cobarde y mi padre un monstruo, estoy harta de cada uno de ustedes, solo quiero que desaparezcan de mi vida y me dejen en paz —hablo tan rápido que al finalizar quedo con la respiración agitada.

No grito, no lloro, no siento.

—Necesito hablar a solas con mi hija —su voz resuena por la habitación, no está pidiendo permiso, es una orden que debe ser acatada—, salgan los dos.

Oculto muy bien el temblor que me recorre el cuerpo, no voy a demostrar el miedo, aunque este me esté carcomiendo por dentro, debo estar firme, aunque me derrumbe por dentro.

Marcos sale de la habitación después de lanzarme un último "lo siento" susurrado, ya no me importan los "lo siento" de nadie, son palabras vacías que me han repetido una y otra vez a lo largo de mi vida, hasta yo misma me acostumbré a repetirlas.

Quisiera decir que mi sed de venganza sigue en su nivel máximo, que estoy maquinando como hacerlo caer, pero no, justo en este momento soy nada, soy basura, soy una muñeca que han usado y desechado, sin embargo, estoy de pie, con la cabeza levantada y dispuesta a recibir todos los balazos que me lancen, resistiré hasta mis últimos límites.

— ¿Acaso no he sido claro? —pregunta un Anderson enfadado a un Damián inmóvil a mi lado—, déjame solo con mi hija.

—No me apartaré de su lado, si tienes algo que decir puedes hacerlo conmigo presente, si no te atreves es porque es algo que ella no merece escuchar —responde como si nada, como si no temiera a las consecuencias de sus acciones.

—Como quieras, si ella permite que te quedes es porque sabes más de lo que me gustaría —Anderson camina hacía el sofá y se sienta lanzando un suspiro cansado, frunzo el ceño ante su actitud—, vamos, relájense, yo también estoy cansado con toda esta locura.

— ¿Qué quieres hablar? —pregunto sin más, no quiero más pérdidas de tiempo.

— ¿Vamos a cenar? Creo que sería bueno salir un rato del hospital, les he reservado dos habitaciones de hotel bien separadas, estoy seguro que no querrán quedarse en casa, y la verdad, yo tampoco los quiero merodeando por ahí —sigue cambiando el tema y se me eriza la piel, nada de esto es normal.

Las reglas para amarte | 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora