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Damián
Odio verla así, encerrada en una habitación, inmóvil en una cama y odiándome, quiero desaparecer el abismo que se ha abierto entre nosotros, solo que no sé cómo, ella no permite que me acerque, está a la defensiva en todo momento, y las únicas veces que me mostró su corazón, terminó recobrando la compostura y dejándome claro que nada de lo que dijera serviría.
Deseo besarla, quiero besarla, anhelo besarla, cuando me pidió explicaciones no me salieron las palabras y ahora es muy tarde, ahora quiero dárselas y ella no quiere escucharlas. Estoy frustrado, desesperado, no quiero perderla y siento que es lo único que hago.
Quizá, con un beso pueda decirle lo que no quiere escuchar, quizá, así pueda sentir que lo nuestro siempre fue real, tengo claro que no iré a ningún lugar si ella no viene conmigo, no huiré, no escaparé por más difícil que se coloque la situación, no sé cómo protegernos, no sé cómo mantenernos a salvo, entiendo la magnitud de lo que ha pasado, por primera vez veo lo que es capaz de hacer el monstruo por destruirnos y tengo miedo, pero no me iré.
La segunda vez que voy a su cuarto lo hago con intenciones de conversar, de sacarla de la cama, mi cabeza también es un caos y solo quiero estar bien con ella, sé que lo de Alex la ha destruido y mis pocas explicaciones sobre lo sucedido con Laura la han enfadado a niveles extraordinarios, pero, apenas la tengo debajo de mí, me pierdo en su mirada, en sus labios y no puedo hacer más que inclinarme y demostrarle de la forma que sé que la amo más que a nadie.
Esperaba muchas posibles reacciones ante mi descarado beso, entiendo sus dudas y desconfianza, la he lastimado, no quiero omitir la verdad, no quiero que olvide fácilmente mis cagadas, y no sé cómo comprenderla, pero juro por dios que lo quiero intentar, tengo toda la disposición y paciencia para ayudarla, para reconstruirnos.
Sentir sus labios es como agua en el desierto, y cuando aprieta los hombros con sus manos siento que todo está bien, y si no lo está, lo estará pronto, juntos lo superaremos, con su carácter imagino de respuesta un empujón, una cachetada, una maldición, una orden, pero jamás que me siguiera el beso... llorando.
Cuando escucho el primer sollozo me alejo rápidamente, o eso intento porque me detiene colocando sus manos en mi nuca y presionándome más contra sus labios. Abro los ojos, rompo la magia, veo sus lágrimas e intento alejarla de una manera que no la lastime, termina rindiéndose y me suelta solo para voltear el cuerpo, enroscarse en posición fetal y seguir llorando.
— ¿Amanda? —no sé cómo reaccionar, me he quedado pálido ante su reacción, me siento terriblemente culpable—, lo siento, lo siento mucho.
Me acomodo a su lado y quiero seguir disculpándome cuando de repente salta y queda encima, abrazándome de una forma extraña, aferrándose a mí mientras sus lágrimas me empapan la camisa.
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Las reglas para amarte | 2.0
Teen FictionSegundo libro de las reglas del deseo Hay primeros amores que no son los destinados para ser los últimos. Hay corazones que merecen vivir rotos por haber lastimado a otros. Hay personas que están mejor separadas, pero que el destino decide juntarlas...