27. Si muere uno, morimos los dos.

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Estoy nerviosa

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Estoy nerviosa.

Mi mano empieza a temblar mientras le coloco el anillo en el dedo anular izquierdo. Tardo un poco, me concentro solo en nuestras manos y no alzo el rostro, finjo que es por la concentración, pero realmente es para ocultar mis ojos llorosos.

Estamos marcando una nueva etapa en nuestra historia, este compromiso significa que lo intentaremos de verdad, que haremos lo mejor que podamos para que esto funcione, para que nuestro romance sobreviva ante todas las adversidades que se nos presenten, porque estamos declarando la guerra y podemos perder, sin embargo, perderemos juntos. Termino mi tarea y es su turno.

Él toma el anillo que me corresponde y mi corazón empieza a bombear, me quedo sin respiración, empiezo a sentir una extraña sensación en el estómago y mis piernas se tambalean. Una lágrima se desliza por mi mejilla y dejo que corra; me concentro solo en su mano dirigiéndose a la mía, me coloca el anillo mucho más rápido que yo y aprieta nuestras manos.

No alzo el rostro, observo nuestra unión, nuestras manos portando la prueba de que no imaginamos un futuro sin el otro.

—Ey... —me dice, no alzo el rostro, estoy anonadada, así es como se siente amar a alguien y dar el siguiente paso.

Con Marcos estaba perdida, en shock y un poco enojada, jamás me comentó sobre esa pedida de mano, no buscó mi opinión antes de hacerlo, me sentí presionada y ahogada. Me forcé a actuar, a responder como todos querían que lo hiciera|, pero recuerdo que al quedarme sola en mi habitación me convertí en un mar de lágrimas.

Pensé que volvía a tener el control de mi vida, y me di cuenta de que jamás sería así. Hasta ahora, porque esto es mutuo, es consensuado, no necesitamos decir un estúpido "Si", no necesitamos la aprobación de nadie más que de nosotros, no hay personas presionándonos, no hay actuaciones bien representadas, solo somos Damián y Amanda.

—Bella... —susurra y empiezo a negar con la cabeza, no quiero mirarlo, me da vergüenza llorar por estas cosas.

—Perdón...—me disculpo y me limpio como puedo el rostro, ya debo parecer un oso panda.

—Mírame —no lo hago, no quiero que me vea así—. Nena, mírame.

Alzo el rostro inmediatamente, no tengo elección cuando me habla de esa forma, me recibe con una bonita sonrisa y unos ojos igual de llorosos que los míos.

Empieza a reír y lo imito, me acerco lo más que puedo y con las manos acaricio sus mejillas a la vez que limpio sus lágrimas, no quiero que llore por mi culpa, pero estas lágrimas significan algo diferente, significan que me ama, aunque no me lo vuelva a decir jamás.

—Somos un desastre de mocos y lágrimas —bromeo.

Soy feliz, y sé que lo seré siempre que esté a su lado. Me empino y rozo nuestros labios, no profundizo el beso, eso se lo dejo a él, pues pasa las manos por mi cintura y me sujeta con fuerza, luego se aleja unos segundos.

Las reglas para amarte | 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora