—Y no planeo acostarme contigo —aclaro de una vez—, no compartiremos cama en nuestro matrimonio, así que ejercitarás mucho la mano.
El ruido de las olas me tranquiliza, escogimos almorzar en uno de los restaurantes que más frecuentábamos cuando éramos pareja, Marcos lo ha reservado únicamente para nosotros, necesitamos privacidad para lo que tenemos que conversar.
Nos encontramos en la parte trasera donde hay varias mesas y carpas distribuidas en la arena, el lugar es alejado de la zona más comercial, así que está completamente solo, le hemos avisado a los meseros que no aparecieran hasta que les hiciéramos una seña.
—Jamás te lo pediría —responde, está cansado, se le nota en la expresión, bueno, me importa un culo.
Llevo media hora conversando sobre nuestro acuerdo, esto no es un matrimonio convencional y planeo dejarle claro toda la situación de una vez para que no haya malentendidos.
Creyeron que con aceptar este matrimonio volverían a tener de vuelta a la Amanda dócil, callada, sin carácter ni personalidad, aspiraban encontrarse con la persona que construyeron, sin embargo, les he dado una no tan grata sorpresa. No me atrevo a luchar ni a mostrar mis verdaderas intenciones aun, pero no me quedo callada, desde el momento cero he dado mis opiniones y puesto cierta resistencia en algunos temas.
Relaciones publicas nos aconsejó tener más citas en estos días previos a la boda, el anuncio precipitado de nuestro matrimonio ha atraído a la prensa como pirañas a la carne, ya hay infinitas teorías que Anderson ha intentado controlar manejando mi discurso en redes sociales, he quedado como una loca, celosa, inestable y desquiciada, las personas están ofendidas con mi comportamiento público, así que arreglar mi imagen y demostrar el amor que le tengo a Marcos se han convertido en objetivos clave para que esto funcione.
Lo positivo es que ahora puedo actuar como una loca, celosa, inestable y desquiciada, ya tengo justificación.
—Nunca —reitero—, jamás, quiero que te lo metas en tu hueca cabecita, no planeo acostarme contigo.
—Amanda, me ha quedado claro con la primera vez que lo dijiste, no necesito que humilles mi hombría —gruñe y se lleva la copa de mojito a los labios.
Sonrío, me gusta desquiciar a Marcos, creo que él ha sido el primero en percatarse del error que ha cometido al obligarme a aceptar esta situación, el pobre realmente creyó que casarse conmigo sería un cuento de hadas y no hay nada más alejado de la realidad. No quiero un matrimonio conflictivo y abusivo, no necesito que mi bebé crezca en la misma violencia que yo cuando falleció mi madre, pero he colocado reglas, esto no será un verdadero matrimonio sino un intercambio.
—Y aún falta hablar del bebé —sus ojos no se pierden ni un segundo cada uno de mis gestos, este tema no lo hemos conversado—. Lógicamente llevará tu apellido, públicamente será tu hijo, debemos mantenerlo así.
ESTÁS LEYENDO
Las reglas para amarte | 2.0
Teen FictionSegundo libro de las reglas del deseo Hay primeros amores que no son los destinados para ser los últimos. Hay corazones que merecen vivir rotos por haber lastimado a otros. Hay personas que están mejor separadas, pero que el destino decide juntarlas...