17. Quémame.

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Ya no quiero esto

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Ya no quiero esto.

Lo he intentado por las buenas, obedeciendo, quedándome callada, aguantando todo lo que los demás tenían que decir de mí sin responder de vuelta, pero ya no más.

Cuando Damián se marchó se llevó consigo mis ganas de luchar, me rendí y me sentí una fracasada ante la vida, dejé que mi padre se aprovechara de mis momentos de debilidad y él se hizo cargo de mí, decidió por mí, me decía que hacer, como responder, y yo por no querer discusiones solo obedecí, pero me doy cuenta de que esto no puede seguir así, ni con Damián ni con mi padre.

Puede que me haya equivocado, pero no me tengo porque rebajar ni humillar ante nadie, al fin y al cabo, soy una Kane, y los Kane son unos desgraciados que luchan hasta el final y obtienen todo lo que desean.

Lo tendré todo, quiero y puedo tenerlo todo, quiero tener éxito y amor. Pero, para conseguirlo debo volver a interpretar mi papel, no puedo seguir mostrando mi lado más vulnerable para que lo sigan lastimando. Intenté seguir los consejos amorosos que todos me daban: No discutas, entiéndelo, escúchalo, demuéstrale cuanto lo quieres, y lo intenté, de veras lo intenté, pero no puedo.

Pensé que actuar de esta forma me ayudaría, pero se me ha olvidado algo sumamente importante, esta no es la Amanda que él conoció. Él amó a la bestia.

Ya basta de convalecerte a ti misma y lucha como una puta Kane.

No seré la buena, no más, jamás lo he sido y es hora de dejar de fingir que lo soy, poco a poco siento como los pedazos de mi jodido corazón se reconstruyen, pero por mí, yo soy la que recoge y pega las piezas, yo soy la que lo vuelve de acero.

—Papá —sonrío, aunque él no puede verme.

— ¿Qué? —su voz se escucha animada, arrogante, victoriosa, debe pensar que con lo que me ha dicho ha sido suficiente para domarme.

—Gracias al cielo estás en el hospital, si te da un verdadero ataque al menos tendrás quien te ayude —hablo con frialdad, con seguridad y estoy a punto de cambiar mi vida yo misma—, No me voy a casar.

Escucho como se ríe tras la línea, él sabe que no estoy jugando, pero se lo toma como una broma porque cree que mi vida está en sus manos y que haré todo lo que diga.

—Basta de bromas, niña —detiene sus carcajadas para hablar con seriedad—, estás muy grandecita para salir bobadas.

—No me voy a casar —repito—, si quieres una boda, divórciate y cásate tú, pero yo no lo haré.

—No me gusta este jueguito —gruñe perdiendo la paciencia.

—Vete a la mierda, estoy harta de que todos los hombres de mi vida sean unos auténticos hijos de puta, al parecer se les olvidó que no tratan con cualquier mujer, tratan con Amanda Kane y yo soy la reina de un imperio que tarde o temprano será mío.

Las reglas para amarte | 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora