nueve

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PIPER

Piper soñó con el último día que había pasado con su padre

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Piper soñó con el último día que había pasado con su padre.

Estaban en la playa cerca de Big Sur, descansando después de haber hecho surf. Había sido una mañana tan perfecta que Piper sabía que no tardaría en pasar algo malo: una horda de paparazzi furiosos, o tal vez un ataque de un gran tiburón blanco. Era imposible que su suerte durara.

Pero hasta entonces habían disfrutado de unas olas estupendas, un cielo nublado y un kilómetro y medio de mar para ellos. Su padre había encontrado aquel sitio apartado, había alquilado un chalet en la playa y las propiedades de cada lado, y había conseguido mantenerlo en secreto. Si se quedaba allí demasiado, Piper sabía que los fotógrafos lo encontrarían. Siempre lo encontraban.

—Buen trabajo, Pipes.

Le dedicó la sonrisa por la que era famoso: dientes perfectos, barbilla con hoyuelo y un brillo en los ojos que siempre hacía que las mujeres adultas gritaran y le pidieran que les firmara en el cuerpo con rotulador permanente. («Buscaos la vida», pensaba Piper). Su pelo moreno muy corto relucía con el agua salada.

—Estás mejorando encima de la tabla.

Piper se ruborizó de orgullo, pero sospechaba que su padre simplemente estaba siendo amable. Todavía se pasaba la mayor parte del tiempo cayéndose. Se requería un talento especial para aguantar encima de una tabla de surf. Su padre era un surfista nato —lo que no tenía sentido, porque había sido un niño pobre criado en Oklahoma, a cientos de kilómetros del mar—, pero era increíble sobre las olas. Piper habría dejado el surf hacía mucho tiempo si no le hubiera permitido pasar tiempo con él. Y no había muchas formas de conseguir eso.

—¿Un sándwich? —Su padre metió la mano en la cesta de la comida que había preparado su chef, Arno—. A ver: pavo al pesto, wasabi de cangrejo... Aquí, un especial de Piper: mantequilla de cacahuete y gelatina.

Ella cogió el sándwich, aunque tenía el estómago demasiado revuelto para comer. Siempre pedía sándwiches de mantequilla de cacahuete con gelatina. En primer lugar, Piper era vegetariana. Lo era desde que habían pasado por delante de un matadero y el olor le había puesto las entrañas del revés. Pero era algo más que eso. El sándwich de mantequilla de cacahuete con gelatina era una comida sencilla, como la que habría almorzado un niño normal y corriente. 

A veces fingía que su padre se lo había preparado, no un chef privado de Francia al que le gustaba envolver el sándwich en papel dorado con una bengala en lugar de poner un mondadientes. ¿Es que nada podía ser sencillo? Por eso rechazaba la ropa elegante que su padre siempre le ofrecía, los zapatos de diseñador, las visitas al salón de belleza. Se cortaba el pelo ella misma con unas tijeras de plástico de Garfield y se lo dejaba desigual apropósito. Prefería llevar unas zapatillas de deporte gastadas, unos vaqueros, una camiseta de manga corta y el viejo forro polar de cuando habían ido a practicar snowboard.

ENEMY ², percy jacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora