sesenta

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FRANK

Con solo echar un vistazo por la ventana, Frank supo que estaba en apuros

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Con solo echar un vistazo por la ventana, Frank supo que estaba en apuros.

En el límite del césped, los lestrigones estaban amontonando balas de cañón de bronce. Su piel emitía un brillo rojizo. Su cabello desgreñado, sus tatuajes y sus garras no tenían mejor aspecto a la luz de la mañana.

Algunos llevaban porras o lanzas. Unos cuantos ogros confundidos cargaban con tablas de surf, como si se hubieran equivocado de fiesta. Todos estaban de un humor festivo: se chocaban las manos, se ataban baberos de plástico alrededor del cuello, sacaban cuchillos y tenedores. Un ogro había encendido una barbacoa portátil y estaba bailando con un delantal en el que ponía BESA AL COCINERO.

La escena habría resultado casi graciosa, pero Frank sabía que él era el plato principal.

—He mandado a tus amigos al desván —dijo su abuela—. Podrás reunirte con ellos cuando hayamos terminado.

—¿El desván? —Frank se volvió—. Me dijiste que nunca entrara allí.

—Eso es porque guardamos armas en el desván, tontorrón. ¿Crees que es la primera vez que los monstruos atacan a nuestra familia?

—Armas... —masculló Frank—. Vale. En mi vida he manejado armas.

Los orificios nasales de su abuela se ensancharon.

—¿Es eso un sarcasmo, Fai Zhang?

—Sí, abuela.

—Bien. Puede que todavía no todo esté perdido. Ahora siéntate. Debemos comer.

Señaló con la mano la mesita de noche, donde alguien había dejado un vaso de zumo de naranja y un plato con huevos escalfados y una tostada con beicon: el desayuno favorito de Frank.

A pesar de los problemas, a Frank le entró de repente hambre. Miró a su abuela asombrado.

—¿Me has...?

—¿Preparado el desayuno? ¡Por el mono de Buda, claro que no! Y tampoco ha sido el servicio. Es demasiado peligroso para ellos quedarse aquí. No, tu novia Hazel te lo ha preparado. Y anoche te trajo una manta y una almohada. Y escogió ropa limpia para ti de tu habitación. Por cierto, deberías ducharte. Hueles a pelo de caballo quemado.

Frank abrió y cerró la boca como un pez. Era incapaz de emitir sonidos. 

¿Hazel había hecho todo eso por él? Estaba convencido de que había echado por tierra cualquier posibilidad con ella la noche anterior al invocar a Gris.

—Ella... esto... ella no es...

—¿No es tu novia? —aventuró su abuela—. ¡Pues debería serlo, pedazo de alcornoque! No la dejes escapar. Por si no te has dado cuenta, necesitas mujeres fuertes en tu vida. Y ahora, vamos por faena.

ENEMY ², percy jacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora