quince

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JASON

Jason no quería dejar a Leo, pero estaba empezando a pensar que quedarse con Cal, el jugador de hockey, podía ser la opción menos peligrosa en aquel sitio

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Jason no quería dejar a Leo, pero estaba empezando a pensar que quedarse con Cal, el jugador de hockey, podía ser la opción menos peligrosa en aquel sitio.

Mientras subían la escalera cubierta de hielo, Zetes permaneció detrás de ellos con la espada desenvainada. Aquel tipo podía parecer un desecho de la época disco, pero su espada no tenía nada de gracioso. Jason se imaginaba que si recibía un espadazo, probablemente se convertiría en un polo.

Por otra parte, estaba la princesa de hielo. De vez en cuando se volvía y sonreía a Jason, pero no había la más mínima calidez en su expresión. Contemplaba a Jason como si fuera un especimen científico especialmente interesante: un especimen que estuviera deseando diseccionar. Si aquellos eran los hijos de Bóreas, Jason no estaba seguro de querer conocer al padre. Annabeth le había dicho que Bóreas era el más amistoso de los dioses de los vientos. Por lo visto, eso significaba que no mataba héroes tan rápido como los otros.

Jason temía haber llevado a sus amigos a una trampa. Si las cosas salían mal, no estaba seguro de que pudiera sacarlos con vida. Damian sostenía su espada en ristre. A Jason le impresionó como el chico en un abrir y cerrar de ojos, ya le había quitado la espada a Zetes hace unos momentos. Su expresión al hacerlo era tranquila, como si ya hubiera hecho ese tipo de cosas antes. Jason no quería imaginar en lo que podía ser capaz Damian al tener frente a él un peligro de verdad.

Sin pensarlo, cogió la mano de Piper en busca de consuelo. Ella arqueó las cejas, pero no la soltó.

—Todo irá bien —le prometió ella—. Solo vamos a hablar, ¿no?

En lo alto de la escalera, la princesa de hielo miró hacia atrás y se fijó en que estaban cogidos de la mano. Su sonrisa desapareció. De repente, Jason notó en la mano con la que cogía la de Piper un frío gélido: un frío ardiente. Cuando la soltó, sus dedos desprendían vapor de la escarcha, al igual que los de Piper.

—El calor aquí no es buena idea —advirtió la princesa—, sobre todo si yo soy vuestra mejor opción para seguir vivos. Por aquí, por favor.

Piper miró a Jason con el entrecejo fruncido, como diciendo: «¿A qué ha venido eso?». Jason no tenía respuesta. Zetes le hincó la espada de hielo en la espalda, y siguieron a la princesa por un enorme pasillo decorado con tapices helados.

Soplaban vientos gélidos por todos lados, y los pensamientos de Jason se agolpaban casi tan deprisa como ellos. Había tenido mucho tiempo para pensar mientras viajaban hacia el norte en el dragón, pero se sentía más confundido que nunca.

Todavía llevaba la foto de Thalia en el bolsillo, pero ya no necesitaba mirarla. Su imagen se había grabado a fuego en su mente. Bastante grave era no acordarse de su pasado, pero saber que tenía una hermana en alguna parte que podía tener respuestas a sus preguntas y no hallar forma de encontrarla le sacaba de quicio.

ENEMY ², percy jacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora