sesenta y nueve

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DAMIAN

Hasta que conoció a la estatua explosiva, Damian creía que estaba preparado para todo

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Hasta que conoció a la estatua explosiva, Damian creía que estaba preparado para todo.

Paseaba por la cubierta del Argo II comprobando y volviendo a comprobar las balísticas para asegurarse de que estuvieran bien puestas. Confirmó que la bandera blanca ondeara en el mástil. Repasó el plan con el resto de la tripulación. Y el plan B, y el plan B del plan B.

Lo más importante, mantuvo entretenida a su enloquecida carabina de guerra, Gleeson Hedge, animándole a tomarse la mañana libre en su camarote viendo reposiciones de campeonatos de artes marciales. Lo último que necesitaban, volando con un trirreme griego en un campamento romano potencialmente hostil, era un sátiro de mediana edad vestido con chándal de gimnasio ondeando una vara mientras grita: "¡MORID".

Todo parecía estar en orden. Incluso esa extraña sensación fría que había estado notando desde que despegaron parecía haber desaparecido. Al menos hasta entonces.

El barco de guerra descendió de las nubes pero Damian no pudo dejar de recuestionarse varias cosas: ¿Qué pasaría si aquello era mala idea? ¿Qué pasaría si los romanos entraban en pánico y les atacaban nada más verlos?

Definitivamente, el Argo II no parecía muy amistoso: sesenta metros de largo, con el casco cubierto de bronce y la cabeza de un flamante dragón metálico como mástil de proa, armado con varias ballestas que podrían disparar proyectiles explosivos con poder suficiente para atravesar el hormigón. Bueno, no era el mejor transporte para conocer y caerle bien a tus vecinos.

Damian había intentado darles a los romanos un aviso. Le había pedido a Leo que enviara uno de sus inventos especiales, un pergamino holográfico, para alertar a sus amigos en el campamento romano. Con suerte, el mensaje había llegado. Leo había querido pintar un mensaje gigantesco en la pared del casco: "¿Qué pasa, tíos?" con una gran cara sonriente, pero Damian había vetado la idea. No estaba seguro de si los romanos tendrían demasiado sentido del humor.

Ya era demasiado tarde para dar la vuelta. Las nubes pasaron cerca del casco, revelando la gran alfombra dorada y verde de las colinas de Oakland por debajo de ellos. Damian asió con fuerza uno de los escudos de bronce que estaban alineados en el pasamanos de cubierta. Sus compañeros de tripulación ocuparon sus puestos.

En el alcázar de popa, Leo daba vueltas como un loco, comprobando los indicadores y las palancas. Muchos timoneles habrían estado satisfechos con un timón normal y corriente pero Leo había instalado un monitor con un panel de aviación de un avión a reacción, una minicadena y los mandos remotos sensoriales de una Nintendo Wii. Podía disparar a los enemigos pulsando el acelerador, escuchando un CD o izar las velas zarandeando sus mandos de la Wii muy rápido. Incluso para ser un semidiós, Leo tenía un TDA muy fuerte.

Piper se paseaba de un lado a otro tras el mástil principal, ensayando su frase:

—Bajad vuestras armas —murmuraba—, sólo queremos hablar.

ENEMY ², percy jacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora