setenta y cinco

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PERCY

Nada de una pantalla de humo con olor a nugget de pollo

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Nada de una pantalla de humo con olor a nugget de pollo. Percy quería que Leo inventara un gorro anti-sueños.

Aquella noche tuvo unas terribles pesadillas. Primero soñó que estaba de vuelta en Alaska en su misión buscando el águila de la legión. Estaba subiendo por una carretera de una montaña, pero en cuando salió del pavimento, fue tragado por una ciénaga, cieno pantanoso, lo había llamado Hazel. Se vio a sí mismo asfixiándose en el barro, incapaz de moverse, ver o respirar. Por primera vez en su vida, entendió qué era ahogarse.

«Es sólo un sueño», se dijo a sí mismo, «Me despertaré».

Pero aquello no lo hizo menos terrorífico.

Percy nunca había tenido miedo del agua. Era el elemento de su padre. Pero desde su experiencia en el cieno, había desarrollado un miedo que no dejaba de hacerle sudar la gota fría. Nunca se lo admitiría a nadie, pero incluso se había sentido nervioso por tener que meterse en el agua. Sabía que era una tontería. No podría ahogarse. Pero también sospechaba que si no controlaba el miedo, comenzaría a controlarle a él.

Pensó en su amiga Thalia, que tenía miedo de las alturas aunque fuera la hija del dios del cielo. Su hermano, Jason, podía volar controlando los vientos. Thalia no podía, quizá porque tuviera demasiado miedo como para intentarlo. Si Percy comenzaba a creer que podría ahogarse...

El cieno presionó contra su pecho. Sus pulmones comenzaron a arder.

«Deja de tener miedo"» se dijo a sí mismo, «esto no es real».

Justo cuando no podía respirar más, el sueño cambió.

Estaba de pie en un espacio gigantesco y sombrío como un garaje subterráneo. Hileras de pilares de piedra iban en todas direcciones, sujetando el techo a unos siete metros de altura. Unos braseros iluminaban el techo con una tétrica luz roja. 

Percy no podía ver demasiado lejos en las sombras, pero colgando del techo había sistemas de poleas, sacos de arena e hileras de focos de teatro apagados.

Amontonados por la cámara había cajas de madera etiquetadas con «ATREZZO», «ARMAS», y «TRAJES». Uno decía: «SURTIDO DE LANZAMISILES».

Percy oía maquinaría funcionar en la oscuridad, unos engranajes gigantes cosgirando y la presión del vapor sonando por entre las tuberías.

Entonces vio al gigante... o al menos Percy supuso que era un gigante.

Medía unos tres metros y medio (una altura respetable por un cíclope, pero sólo la mitad de alto que los demás gigantes contra los que Percy se había enfrentado).

También parecía más humano que el resto de los gigantes, sin las patas de dragón de sus familiares más grandes. Aún así, su pelo morado estaba peinado en una coleta de rastas, llenas de monedas de plata y oro, por lo que Percy supuso que las rastas serían la última moda entre los gigantes. También tenía una lanza de casi tres metros atada a su espalda, también un arma muy común entre gigantes.

ENEMY ², percy jacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora