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PIPER

Piper quería echar a correr al ascensor

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Piper quería echar a correr al ascensor.

Su segunda opción era atacar a aquella princesa tan rara entonces, pues estaba segura de que se avecinaba un enfrentamiento. La forma en que le había brillado la cara cuando había oído el nombre de Jason había sido bastante inquietante. En ese momento Su Alteza estaba sonriendo como si no hubiera pasado nada, y no parecía que Jason, Damian y Leo creyeran que pasaba algo.

La princesa señaló el mostrador de cosméticos.

—¿Empezamos por las pociones?

—Estupendo —dijo Jason.

—Chicos —interrumpió Piper—, hemos venido a por los espíritus de la tormenta y el entrenador Hedge. Si esta... princesa... es realmente nuestra amiga...

—Oh, soy más que una amiga, querida —dijo Su Alteza—. Soy una dependienta —sus diamantes relucían, y los ojos le brillaban como los de una serpiente: fríos y oscuros—. No te preocupes. Bajaremos a la primera planta, ¿vale?

Damian asintió, entusiasmado, cosa muy rara de él.

—¡Sí, claro! Nos parece bien, ¿verdad, Piper?

Piper se esforzó por fulminarlo con la mirada: «¡No, no está bien!».

—Claro que sí —Su Alteza posó las manos en los hombros de Leo y Jason, y tomó la mano de Damian, y los llevó a la sección de cosméticos—. Venid, chicos.

A Piper no le quedó más remedio que seguirlos.

Detestaba los grandes almacenes, principalmente porque la habían pillado robando en varios. Bueno, no la habían pillado exactamente, y tampoco robando. Había convencido a los dependientes para que le regalaran ordenadores, botas nuevas, un anillo de oro y en una ocasión incluso una cortadora de césped, aunque no tenía ni idea de para qué la quería. Nunca se quedaba con ninguna de esas cosas. Solo lo hacía para llamar la atención de su padre. Normalmente, convencía al repartidor de UPS para que se llevara otra vez las cosas. Pero, claro, los dependientes a los que embaucaba siempre entraban en razón y llamaban a la policía, que acababa localizándola.

El caso es que no le entusiasmaba volver a estar en unos grandes almacenes, y menos aún en unos regentados por una princesa loca que brillaba en la oscuridad. 

—Y aquí está el mejor surtido de pócimas mágicas que se puede encontrar.

El mostrador estaba repleto de vasos de precipitación burbujeantes y ampollas humeantes apoyadas en trípodes. Los expositores estaban llenos de frascos de cristal, algunos con forma de cisnes o dispensadores con silueta de oso. Dentro había líquidos de todos los colores, de un blanco reluciente a un tono moteado. Y los olores... ¡Uf! Algunos olían bien, a galletas recién horneadas o rosas, pero otros estaban mezclados con aromas de neumático quemado, orina de mofeta y taquilla de gimnasio.

ENEMY ², percy jacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora