treinta y dos

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DAMIAN

Cuando Damian vio lo bien que estaban siendo tratados Piper, Leo y Hedge, se sintió muy ofendido

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Cuando Damian vio lo bien que estaban siendo tratados Piper, Leo y Hedge, se sintió muy ofendido.

Se los había imaginado con el trasero helado en la nieve, pero Phoebe había montado un pabellón plateado justo delante de la cueva. Damian no tenía ni idea de cómo lo había hecho tan rápido, pero dentro había una estufa de queroseno que los mantenía calentitos y un montón de cómodos cojines. Piper parecía haber vuelto a su estado normal, vestida con un anorak, unos guantes y unos pantalones de camuflaje nuevos al estilo de las cazadoras. Ella, Leo, Hedge y Phoebe estaban pasando un buen rato y bebiendo chocolate caliente.

—¿Nosotros hemos estado sentados en una cueva y ustedes se están calentando el culo? —preguntó Damian con sarcasmo—. Ojalá tener hipotermia.

Phoebe inspiró con fuerza.

—Damian —dijo, como si fuera el peor insulto que se le ocurriera.

—Tranquila, Phoebe —intervino Thalia—. Necesitarán abrigos de sobra. Y creo que podemos ofrecerles chocolate.

Phoebe se quejó, pero al poco rato Damian y Jason también estaban vestidos con una ropa de invierno plateada increíblemente ligera y cálida. El chocolate caliente era de primera.

—¡Salud! —dijo el entrenador Hedge.

Masticó su taza térmica de plástico.

—Eso no puede ser bueno para sus intestinos —dijo Leo.

Evan le dio a Piper una palmadita en la espalda.

—¿Te ves con ganas de moverte?

Piper asintió con la cabeza.

—Sí, gracias a Phoebe. Se os da muy bien la supervivencia en la naturaleza. Me siento como si pudiera correr veinte kilómetros.

Thalia guiñó el ojo a Jason.

—Es dura para ser hija de Afrodita. Me gusta.

—Por supuesto que es dura —opino Damian—, es mi hermana.

—Si bueno —dijo Evan—, lo único que los diferencia son las ganas de vivir. Ella tiene, a ti se te agotaron.

Damian rió.

—Mentira no es.

Phoebe tardó seis segundos exactos en levantar el campamento. La tienda se plegó sola en un cuadrado del tamaño de un paquete de chicles. Leo quería preguntarle por el diseño, pero no tenían tiempo.

Thalia y Evan echaron a correr cuesta arriba a través de la nieve, por un pequeño sendero en la ladera de la montaña. El entrenador Hedge daba brincos como una cabra montesa feliz, animándolos a seguir.

—¡Vamos, Valdez! ¡Aprieta el paso! Cantemos: «Yo tengo una chica en Kalamazoo...».

—Nada de cantar —soltó Evan.

ENEMY ², percy jacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora