veintinueve

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PIPER

Piper se despertó helada y tiritando

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Piper se despertó helada y tiritando.

Había tenido un sueño horrible en el que aparecía un viejo con orejas de burro que la perseguía y gritaba: «¡Te tocó!».

—Dios mío —le castañeteaban los dientes—. ¡Me convirtió en oro!

—Ya estás bien.

Jason se inclinó y la abrigó con una manta caliente, pero ella seguía fría como un Boréada. Parpadeó tratando de averiguar dónde estaban. Junto a ella ardía una fogata que volvía el aire acre debido al humo. La luz del fuego parpadeaba contra las paredes de roca. Estaban en una cueva poco profunda, pero no les brindaba mucha protección. En el exterior, el viento aullaba. Soplaba nieve de lado. Podría haber sido de día o de noche. Estaba demasiado oscuro a causa de la tormenta para saberlo.

—¿L... L... Leo? —logró decir Piper.

—Presente y desorificado —Leo también estaba envuelto en mantas. No tenía muy buen aspecto, pero parecía sentirse mejor que Piper—. Yo también he recibido el tratamiento del metal precioso —dijo—. Pero me he librado más rápido. No sé por qué.

—Tuvimos que meterte en el río para que volvieras del todo —dijo Damian quién abrazaba a Leo por lo hombros para darle un poco de calor—. Hemos intentado secarte, pero... estás muy fría.

—Tienes hipotermia —dijo Jason—. Nos hemos arriesgado a usar el máximo néctar posible. El entrenador Hedge ha hecho un poco de magia natural...

—Medicina deportiva —la fea cara del entrenador se cernió sobre ella—. Es una especie de hobby. Puede que el aliento te huela a setas silvestres y bebida isotónica unos cuantos días, pero se te pasará. Probablemente no te morirás. Probablemente.

—Gracias —dijo Piper débilmente—. ¿Cómo habéis vencido a Midas?

Jason le contó la historia, intentando justificar la mayor parte como cuestión de suerte. Le sorprendió bastante como relataba la parte en la que Damian y Lit habían luchado espada contra espada. Jason parecía bastante fascinado. El entrenador resopló.

—El chico está siendo modesto. Deberías haberlo visto. ¡Zas! ¡Golpe con la lanza! ¡Ruido de trueno!

—Entrenador, si usted ni siquiera lo vio —dijo Jason—. Estaba fuera comiendo hierba.

Pero el sátiro solo se estaba calentando.

—Luego yo entré con la porra, y dominamos toda la sala. Después le dije: «¡Chico, estoy orgulloso de ti!». Si trabajases la parte superior del cuerpo...

—Entrenador —dijo Jason.

—¿Sí?

—Cállese, por favor.

—Claro.

El entrenador se sentó ante la lumbre y empezó a morder su porra. Jason posó la mano en la frente de Piper y le tomó la temperatura.

ENEMY ², percy jacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora