Capítulo 17

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Me levanté del suelo de inmediato. 

El primer pensamiento que pasó por mi mente, es que tendría que haber escuchado mal.  Que era una confusión o un malentendido, que estaba interpretando las cosas de manera totalmente incorrecta. Porque podía pasarme la vida desconfiando del resto de personas a mi alrededor, pero nunca de mis amigas. Porque incluso cuando las palabras de Natalia cobraban mayor sentido a medida que las analizaba, me negaba a considerarlo como cierto. ¿Denuncia? ¿En contra mía? ¿Por mi mejor amiga? 

 ¿La misma amiga que me había visto llorar y reír cientos de veces?  ¿Aquella amiga?

—¿Cómo lo sabes?

—Ella me lo dijo.

— ¿Cuándo? —repetí—. ¿Cuándo te dijo eso?

—Hoy por la mañana, en la escuela —contestó Natalia—. Te estuve llamando toda la tarde, pero no me contestabas.

—¿Ella solamente te lo dijo? —pregunté—. ¿Cómo te lo dijo?

—Sus palabras fueron: Dile a Cristel que no es nada personal, pero que después de todo yo fui la que la convencí de crear una cuenta —explicó . Luego suavizó su tono—. Al principio pensé que estaba bromeando, pero luego su expresión seria no cambió. Fue en ese momento que entendí que estaba hablando de verdad. Intenté razonar con ella, explicarle lo estúpida que era la idea y lo mucho que la perjudicaría. Dijo que ya estaba hecho, que no se iba a echar atrás.

—Pero, ¿Por qué? —pregunté—. ¿Está molesta? ¿Quiere fama? ¿Necesita dinero?

Me replanté dentro de los próximos segundos cualquier motivo que hubiera llevado a una de las pocas amigas que tenía a traicionarme. Repase nuestras últimas conversaciones, mensajes y momentos que compartimos. Analicé la manera en la que me comporté en nuestras últimas interacciones, si hubo algo que pudiera hacerla molestar o incomodar. Tendría que haber algo, algo que se me estuviera olvidando, alguna razón escondida que explicara porqué de pronto parecía odiarme. No podía nacer de la nada, sin un estímulo que la hiciera ir en contra mía. Tendría que haber hecho algo, algo imperdonable. ¿Qué le había hecho? ¿Cómo me había equivocado?

Detuve el remolino de mis pensamientos con un golpe de realidad. No importaba lo que hubiera hecho yo, no se comparaba con lo que me estaba haciendo ella. Además, darle sentido a sus acciones, no cambiaría su comportamiento. 

Había aprendido esa lección de mis padres, intenté entender sus comportamientos y me obligué a mí misma a remediarlo.  Sin éxito, sin resultado, y sin beneficio propio.

—Olvídalo. Si de verdad es capaz de hacer esto, si de verdad... —Sentí a mi pecho contraerse en pocos segundos—. Entonces que haga lo que tiene que hacer, a mí ya no me interesa.

Al momento que corté sentí todas las lágrimas retenidas recorrer mi rostro. Thomas, quien me había estado observando con atención, me abrazó.

—Oye —dijo mientras acariciaba mi cabello—. Cris. Todo estará bien.

Yo no respondí nada y, sin embargo, lo abracé con más fuerza. No podía recordar la última vez que había abrazado a alguien de esta manera. Con honestidad.

Todo lo que podía recordar eran los momentos en que había muerto por un abrazo y, en cambio, había recibido indiferencia. ¿Era acaso imposible que algo me saliera bien? ¿Tan difícil era que alguien se alegrara de mis éxitos?

No podía explicar la mezcla de sentimientos que tenía encima mi. Furia, decepción, tristeza, impotencia. Cada uno peor que el anterior.

Y si no fuera suficiente con mis emociones, mis pensamientos había comenzado a martillar mi cabeza también. Todos relacionados con mis padres y Camila. Todo lo que pude hacer, fue, sostenerme en Tomás.

El amargo de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora