Capítulo 41

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Josh no había hecho nada para merecerlo. Todo el odio hacia él no solo era cruel sino también injusto. ¿Por qué tanto empeño en destruirlo? ¿Qué buscaban con todo esto?

Preocupada subí las escaleras rápidamente en busca de Josh, quería ver como se encontraba y si se podía hablar con él. Me dirigí a su cuarto, pero cuando estaba por tocar, él abrió la puerta.

—Cristel.

—Josh, ¿Estás bien? —pregunté exaltada—. Vi lo que hicieron. Josh, seguro hay manera de recuperar todas esas cuentas.

—No creo Cris.

—Josh es todo tu trabajo, estoy segura de que se puede recuperar.

Sonrió mientras avanzaba y cerraba su puerta. La misma expresión pacifica en su rostro que solía calmarme en momentos de suma tensión, era lo que más exasperaba en ese instante.

—No es necesario.

—¡Es que no es justo! —exclamé, y luego lo observé con tristeza—. No te mereces nada de eso.

Mi respiración había comenzado a acelerarse demasiado. Imaginándome a mí misma en su posición. Con todo mi mundo cayéndose en mi frente, con todas las amenazas de muerte. Todo ese odio y rechazo. Mi mente conectó dos ideas y levanté mi mirada horrorizada. ¿Era culpable también? Mis ojos se llenaron de lágrimas, no podía ser que haya sido tan negligente con una situación ajena, por más merecido o no que fuera.

Josh se acercó a mí en un segundo. Tomó mi mano e intentó tranquilizarme. Sus ojos miraban los míos, tratando de contagiarme la calma que reinaba en ellos. Comencé a respirar mucho más tranquila. Estaba bien. Estábamos bien.

—Está bien Cristel, no importa de verdad, por favor no te preocupes más por esto. Todo estará bien.

Sus manos descansaron sobre mis hombros a espera de que me sintiera mejor. Sonreí hacia él.  Una pequeña sonrisa volvió a salir de sus labios al observarme, luego comenzó a alejarse.

—¿Seguro que no importa? 

Se detuvo en el filo de las escaleras unos segundos. Cuando volteó a verme con el rostro más iluminado que nunca. Sentí alivio.

—Ya no Cristel —contestó—. Nos vemos luego.

Lo vi bajar las escaleras a un paso mucho más lento del cotidiano. Sus manos tocaron la barandilla con delicadeza, casi como si creyera que pudiera estropearla en cualquier instante, entonces alejó sus manos y bajó el resto del camino sin agarrarse. Lo vi dirigirse a la puerta principal, y tambien salir por ella. Una presión en el pecho se apoderó de mí en cuanto desapareció. Algo que quedaba pendiente, que no terminaba de encajar.

¿Debería haber insistido más?

Decidí buscarlo afuera para recordarle que cualquier cosa podía contar conmigo. Pero cuando llega a la entrada ya no estaba. Así que fui a la salida, donde se encontraban los coches. No faltaba ninguno de los carros, pero tampoco estaba Josh.

Quien sí estaba era Derek. Apoyado sobre uno de los carros y con la mirada en el frente, me vislumbró llegar.

—Derek —saludé.

—Cristel.

—¿Por casualidad has visto a Josh?

—No lo vi —respondió—. Entiendo que no suele salir.

—Cierto. No creo que haya ido lejos —respondí—. Debe estar en algún lado. 

Miré a mis alrededores insegura. ¿Como podría haber desaparecido tan rápido? No había pasado ni 5 minutos de su salida como para haber tenido suficiente tiempo de irse. Algo andaba mal. Y no hablaba de lo que ya había visto o de lo que estaba descubriendo. Hablaba de otra cosa, de algo mucho peor. 

El amargo de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora