—¡Demonios! —exclamó Thomas intentando retener el dolor,cosa que no le resultó porque continuó quejándose con amargura.
—Espera —pedí nerviosa—. Te traeré hielo —comenté y salí apresurada de la azotea.
Él no me contestó nada, puesto que seguramente seguía concentrándose en el dolor.
«Genial,ahora me odiará de por vida» pensé mientras corría al centro de bebidas.
—Hola —saludé al hombre del bar que me había atendido hace unas horas. No tenía creído volver a cruzármelo, pero era una emergencia—. Necesito hielo por favor.
—¿Hielo? ¿Y para qué necesita hielo la chica? —cuestionó sin acceder a mi petición. Su mirada viajaba sobre mí con perspicacia.
—Solo... lo necesito.
—Hum. No te lo daré hasta saber la razón.
—Dale el hielo ahora —exigió una voz a mis espaldas, volteé y me encontré con uno de los hombres de seguridad, lo reconocí del grupo del aeropuerto.
Ahora que lo podía observar con mayor claridad, no entendía como no se dedicaba al modelaje. Tenía el cabello azabache que acentuaba el color celeste de sus ojos, tenía además un cuerpo fornido y vestía entero de color negro, todo en conjunto le daban un aspecto rudo y ... sexy.
El hombre de las bebidas, mirándome más furioso que antes, alcanzó el hielo a mis manos.
—Gracias —exclamé al de seguridad, quien se asintió y se alejó.
Sin perder más tiempo, corrí hacia la azotea.
Al entrar, me encontré a Thomas sentado en el piso. Completamente serio.
—Traje hielo —comenté.
Volteó hacia mí y extendió su mano. Tan pronto como se lo puso, pude notar su expresión de alivio.
Estuve un rato esperando que se calmara, para luego sentarme a su lado.
—No sabía que tomabas— comenté una vez que estuve a su lado.
—No lo hago, esta fue la primera vez en este año.— Él desgano en su voz no me permitió preguntarle más.
—Oh —exclamé sin otra que decir. Al parecer Thomas no era consciente de lo que había dicho hace unos instantes, ni a quien había nombrado.
Volteó hacia mí y tomó mi hombro.
—Lo siento.
—No... no hay problema.
Thomas sonrió.
—¿Qué haces aquí que no disfrutas de tu fiesta?
—Bueno, no encontraba a los chicos —respondí—. Y bueno yo. No se me hace fácil relacionarme con el resto.
—No es necesario que lo hagas,puedes hablar con pocos si así te sientes más cómoda.
Sonreí torpemente.
—¿Eres de aquí?
—No, vine hace cuatro años —respondió mientras se incorporaba para estar más a mí al frente. Cuando tenía un año menos que tú, mi vida cambió por completo. A veces, cuando puedo, vuelvo a mi ciudad natal para visitar a mi madre.
—¿Tu padre murió?
—Está en la cárcel.
Genial, punto para Cristel. Cuando se cree que no puede ser más estúpida con sus preguntas, va y pregunta tremenda idiotez.
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El amargo de los sueños
Ficción GeneralCristel siempre había soñado con la idea de escapar de casa. Había soñado con volverse una cantante exitosa y reconocida. Había soñado con conocer a alguien que la amara tal cual era. Cristel siempre había soñado. Y cuando gracias Tik Tok, logra vol...