Capítulo 11

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¿Qué es lo que me estaban ocultando? ¿Qué es eso que no querían que supiera? ¿Por qué de repente sentía que no sabía nada de lo que estaba pasando? ¿Y si lo que ocultaban era demasiado grave? ¿Si en realidad estaban fingiendo ser agradables? ¿Y si le había caído tan mal que no me quería más allí? ¿Si estaban planeando hacer algo en mi contra? ¿Si habían hecho algo ilegal y no querían que lo sepa?

¿Qué rayos era?

No podía evitar sentir a mi corazón latir con demasiada rapidez, no podía evitar sentir que comenzaba a ahogarme.

—Cristel. —Llamó desde afuera Alisson—. Ya trajeron los vestidos, dale, vamos a probárnoslo.

—Sí. Dame un segundo —grité mientras corría al baño de la habitación y me lavaba la cara.

Al despegar mis manos del rostro, pude contemplar mi reflejo y junto a él todos mis miedos. Mis ojos aún evidenciaban el nerviosismo que habían provocado cada una de sus palabras. Me estaban ocultando algo, no era una conjetura, era un hecho. Apreté con mis manos el filo del lavadero en un intento de calmarme. Fuese lo que fuese, tenía que asimilarlo.

—Ya estoy —dije una vez que abrí la puerta.

Alisson me inspeccionó entera, preguntándose el motivo de mi demora, pero tras unos segundos de angustia, finalmente sonrió.

—Genial.

Al bajar las escaleras nos encontramos con Tessa, quien tenía a otra chica a su lado, de piel morena y ojos color esmeralda, casi de la misma estatura que Tessa y que me miraba atentamente en silencio.

—Hola —comentó sin sonreir—. Mi nombre es Abigail.

—Hola —comenté con una sonrisa muy pequeña—. Soy Cristel. Me puedes decir Cris.

Estuvimos un largo rato provándonos diversos vestidos, hasta que me decidí por uno de color rosa palo, que era francamente precioso.

—Ese vestido te queda bastante bien —comentó Abigail, quien se provaba un vestido a mi costado.

—Gracias —contesté sonrojada.

La miré de reojo y sonreí, apenas la había conocido y ya era muy agradable. Alisson y Tessa se habían ido a arreglarse el cabello ya que ya habían elegido sus vestidos mucho antes por lo que solo estábamos Abigail y yo. Una hora después, ya bañada, bajé hacia donde se encontraba el equipo que nos iba a arreglar.

Empezaron con mi cabello, el cual a pesar de ser ondulado, nunca se había podido apreciar algún rulo. Me preguntaron qué aspecto me gustaría, les dije que intentaran con un laceado, que me gustaria ver como me quedaba. Así que eso hicieron.

Luego pasaron al maquillaje, eso si lo dejé a su criterio. Nunca nadie me había maquillado el rostro, en mi casa lo único que contaba era con vaselina que me ponía en los labios, y un rimel viejo que tenía escondido entre mis libros de la escuela.

Se sentía extraña toda la atención sobre mí, pero extraño de una buena manera, relajante y hasta adictivo. Luego de casi una hora me dijeron que por fin habían acabado, y que solo faltaba que me probara el vestido.

Me dirigí a los vestuarios para tener más espacio para vestirme. Una vez que terminé salí a que vieran si todas las medidas estaban bien y si todo encajaba perfectamente. Mencionaron que estaba todo listo y luego me alcanzaron unos tacos, eran color esmeralda. Asustada pregunté si tenían unos de taco más bajo.

Asintieron y fueron a buscar unos que sean de menos altura.

¿No había sido mucho la petición?, suspiré intranquila. Nunca había usado tacos, probablemente me tropezaba tan pronto como los tuviera puestos.

El amargo de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora