Capítulo 39

230 21 0
                                    

Estuve 5 días rodeada de esa estúpida tensión encima. Sin poder comer, dormir o relacionarse con los demás de manera normal. Fastidiada durante todo el día y sin intención de mejorar mi humor. Como si hubiera una razón lógica para comportarme de esa manera, como si Thomas o el resto me hubieran dado motivos para mantenerme en alerta.

Una noche, colapsé. Las lágrimas se adueñaron de mi rostro sin darme tiempo de llegar a mi cuarto. Thomas lucía confundido, pero no pude decirle más que se trataba de un fuerte dolor de cabeza. Aquella noche me quede internada en mi cuarto con las luces apagadas y la mente muy encendida. Intenté racionalizar mis pensamientos y no dejar que me consumieran. Llegué a la conclusión, que si no podía cambiar mis pensamientos, al menos podría amontonarlos en la oscuridad y fingir que no existían.

Decidí por el bien de todos no prestarle atención a mis torpes e improductivos pensamientos y concentrarme en lo que de verdad importaba. Mis proyectos musicales.

Lo que fuera que Thomas pudiera esconderme, no creía que pudiera ser algo grave, así que supuse que con el tiempo me lo diría. Quería confiar en él, y por lo mismo tenía que reprimir aquellas sensaciones que me alejaban de lograrlo. 

No solo con él, sino con todas las personas a mi alrededor de las que dudaba sin darles oportunidad a demostrarme que estaba equivocada. Por eso cuando Christopher me propuso ir a su casa para conocer a un importante productor de música, acepté de inmediato. 

Cualquier situación, imaginaria o física. Relacionada o no con mi salud, mis horarios de sueño o mi confianza hacia los demás. Debía mantenerlo en pausa. Concentrarme en mi carrera, en lo único en lo que parecía ser buena. 

Me puse un vestido color beige suelto y unas botas con tacones bajos. Me rehusé a mirarme en el espejo, no quería desanimarme ante mi apariencia y cancelar la cita. Bajé hacia la sala y allí me encontré con Jake, quien inmerso por completo en su teléfono ni siquiera notó mi llegada.

—Jake —saludé—. ¿Cómo estás?

Jake recién pareció reparar en mi presencia y levantó su mirada.

—Supongo que bien, ¿Y tú?

—Bien también.

—¿Por casualidad Alisson se ha comunicado contigo?

—No —respondí—. Creo que no le dejan contestar mensajes, ya sabes, suelen ser muy estrictos en los centros de rehabilitación.

—Cierto— contestó Jake muy abatido y dejó su celular a un lado—. ¿Puede ser eso no? ¿Puede que seguro la están vigilando y no le permite contestar mensajes verdad?

—Seguro es eso Jake, verás que cuando su tratamiento terminé volverá con nosotros.

Aquello pareció animarle un poco y comenzó a comer el desayuno que había dejado de lado hace unos momentos.

—¿Cómo vas tú? —preguntó mientras engullía un sándwich—. ¿Todo bien?

—Estoy muy ocupada con esto de escribir canciones. Se me hace difícil elegir los temas —confesé.

—Al principio cuesta —respondió—. Cuando escribí mi primera canción nada parecía convencerme, quería que fuera perfecto, hasta que me di cuenta de que no necesitaba ser perfecto, sino real.

—¿Real?

—En mi opinión creo que una canción llega a más personas cuando está escrita desde tus propios sentimientos.

—¿No te da miedo ser juzgado?

—Cristel. Si te quedas esperando que el mundo acepta quien eres, probablemente nunca llegue el día en que seas libre. Además, la gente no te juzga porque se identifica con lo que sientes, porque les recuerdas que tú eres igual que ellos.

El amargo de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora