Capítulo 31

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Llegué a la mansión con intenciones descansar.  Tenía una reunión programada con Michael, y sin importar que tan bien o mal estuviera de ánimos, la reunión igual se iba a concretar en unos minutos. Quería tomarme un momento para recuperar fuerzas y luego conversar.

Caminé hacia la cocina para servirme un vaso de agua y cogí algunas golosinas. Me fijé en tomar las que tuvieran menos calorías y no vinieran con azúcar. Michael me había recalcado también un par de veces que estaba subiendo de peso, y que descuidar mi apariencia física no era algo que podía permitirme. Suspirando me serví un vaso de agua más grande y caminé hacia la sala. Me senté en el mueble a esperar mientras me comía el resto de golosinas y planificaba en mi mente lo que comería en la cena. No podía evitar hacerlo todo el tiempo.

Los chicos aparecieron unos segundos después.

Entraron apresurados y se posicionaron en mí en frente. Observé tambien como Thomas luchaba fastidiado contra sí mismo por no acercarse. Sonríe divertida ante la idea de él reclamándome algo.

En cambio, Allison sí se acercó.

—¿Qué fue eso Cristel? 

—¿Eso qué? 

—¿Hiciste un trato con Michael? —preguntó—. ¿Te amenazó? ¿Te obligó?

—¿Qué? —pregunté confundida, levantándome de mi asiento. 

No solo se veían nerviosos, sino tambien apresurados. No entendía ni su cuestionamiento, ni sus prisas. Creía que todo había quedado claro en el juzgado. Que tal como habían manifestado con anterioridad, ellos lo entendían.

—La razón por la que mandarás a Camila a la cárcel, ¿Michael te obligó? 

Observé al resto de los chicos, todos me observaban a la espera de mi respuesta.

Todos a excepción de Thomas, que posiblemente, debido a nuestra reciente conversación, sospecha de que se trataba todo.

Abigaíl se me acercó tomándome del brazo.

—Sea cual sea la razón, dila ahora.

—¿Te amenazó con arruinar tu carrera? —preguntó Tessa, en voz tan baja que creí haberlo imaginado.

—No puede hacer eso Cristel —comentó Josh con voz igual de suave—. Si se trata de eso, él simplemente no puede. No le dejaremos.

—Espera —exclamé de pronto atando cabos—. ¿Ustedes piensan que ella no debería ir a la cárcel?

—Por supuesto que no —comentó Abigaíl—. Aquí pasa esas cosas todo el tiempo y siempre lo solucionamos entre nosotros. ¿No piensas igual?

La puerta se abrió y todos palidecieron al ver ingresar a Michael, Cristopher y Jonathan.

—¿De qué hablan? —cuestionó el primero.

Los chicos se agitaron sorprendidos al escucharlo, y si hubiera sido en otra ocasión, probablemente yo también lo hubiera hecho. Sin embargo, las palabras de Abigaíl eran todo lo que se repetía en mi mente.

—¿Ustedes la hubieran perdonado?

—¡Cristel! —advirtió Andrew, señalando a Michael en un intento de que callara.

—¿La hubieran perdonado?

—Lo hubiéramos hablado —comentó Jake, y luego me miró extrañado—. ¿No fue Michael quien te dijo que lo hicieras?

—A mí Michael no me dice que debo y no debo hacer. La que lo decidió fui yo.

El asombro con el que me miraron al escucharme, solo provocó un malestar general en mi cuerpo. ¿A que venía todo este cuestionamiento? Me miraban como si estuviera llevando las cosas demasiado lejos, como si fuera yo la que estuviera actuando mal. 

El amargo de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora