Capítulo 30

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Mis pasos fueron firmes al ingresar al edificio, mi postura podía pasar como recta y mis manos incluso parecían estar tranquilas. Pero todo eso era una fachada, mi mente seguía repleta de pensamientos desordenados y disconformes, conjurando los miles de posibles resultados relacionadas con el juicio. Tenía la ventaja, pero incluso la seguridad de ganar no podía quitar de la cabeza que aún seguía perdiendo. La sensación de que algo grande se me estaba escapando de las manos, solo incrementaba a medida que recorría los pasillos.

Llegué al auditorio, y por un momento ni siquiera reparé en la presencia de Thomas atrás mío, todo lo que podía percibir eran las agudas miradas sobre mí. Podía asumir que se trataba de pura atención a mi llegada, o podía sostener la teoría de lo mucho que desentonaba entre todos ellos. 

De todas maneras, no había mucho que pudiera hacer bajo esa situación, así que dirigía mi asiento, como si fuera poco consciente de lo que mi presencia provocaba.

—¿Todo listo? —pregunté a la abogada una vez que me senté.

La abogada tenía la mirada fija en el frente.

—¿Aún seguimos con el mismo plan verdad? —preguntó volteando a mirarme. Su mirada era evaluativa, como si buscara asegurarse de que no cambiaría de parecer o huiría.

—Tal y como lo acordamos .

La abogada asintió satisfecha —. Empecemos entonces.

La observé sin responder. Existía una satisfacción en su actitud que me ponía intranquila. La diversión en sus ojos ya la había visto en algún otro rostro, y no era recuerdo de algo bueno. Frene mis pensamientos en ese instante, si iba por esa dirección, no tendría la firmeza suficiente para actuar como debía en el resto del juicio. 

El juicio empezó después de unos minutos, mientras el juez hablaba de cosas generales yo repasaba mentalmente todo lo que iba a decir. Tenía que estar preparada para cualquier pregunta o para cualquier imprevisto.

Volví mi atención al juez que llamó a Camila a declarar. Ella me observó de reojo muy insegura, intentando confirmar si realmente haría lo que le había prometido, asentí.

Una vez que se volteó, no pude evitar sonreír.  

Incorrecto o no, había una cierta satisfacción en hacer que las personas obtengan una cuchara de lo que todo lo que daban a montones. Porque ya no podía seguir tapando la manera en la que Camila me había estado tratando todo este tiempo, mucho antes de ir a Nuevo Talentos o aparecer en Tik Tok. Cuando solo éramos tres adolescentes en un colegio y la palabra amistad lo significaba todo.  

Era una mezcla de recuerdos reales y otros levemente distorsionados a nuestro favor, como si me hubiera quedado solo con las limitadas e insuficientes partes donde las cosas si andaban bien, y el resto de veces en donde eran las bromas mal intencionadas, los comentarios hirientes y las faltas de respecto las que dominaban, hubieran sido aplastados bajo mi propio autoconvencimiento de que solo estaba exagerando.

Pero no era una exageración. Y lo comprobé cuando fui capaz de obtener nuevas amistades. Era lógico que al ser mis primeras amistades no lo hubiera notado, porque no tenia nada con que compararlo e identificar si era del todo normal el trato que recibía. Pero ahora, con gente como Josh, Tessa y Alisson a mi lado, personas que me trataban como si solo con ser yo fuera suficiente, podía entender la cantidad de esfuerzo que había hecho para lograr ser apreciada por mis amigas. Y no se supone que uno tenga que esforzarse tanto para ser querido.

Y por esa razón, era que no se trataba de la mentira. No, la mentira solo fue una rasguño más en el resto heridas, no las hizo más graves, pero me permitió notar las heridas por primera vez, y todos los rasguños que había estado fingiendo que no existían.

El amargo de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora