Capítulo 9

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Hay cosas que nos terminan marcando más de lo que quisiéramos, que nos afectan más de lo que nos gustaría. Y personas que por más que lo intentemos, nunca dejan de doler.

Nunca había planeado salirme de mi casa de esta manera, nunca había creído en la posibilidad de irme sin despedirme. Sin que las cosas mejorarán entre mis padres y yo. En el fondo, siempre había guardado la infantil esperanza que las cosas mejorarían con el tiempo. Ahora entendía en medio de la carretera, en un auto con un completo extraño, que me conducía a un futuro igual de desconocido que él. Que nunca nada sucede como nos gustaría que sucedieran. Que todo lo que planeamos con detalle, al final no sirve de nada. Que nada es seguro, mucho menos cuando se trata de las personas. 

Y que al final del día, solo te tienes a ti.

Miré por la ventana con nostalgia, notando como poco a poco nos íbamos alejando de todo lo que alguna vez había conocido. De donde había crecido. Donde había vivido los últimos años de mi vida. Donde había creído pertenecer.

Sin pertenencias, porque nunca tuve nada. Sin despedirme de nadie, porque siempre estuve sola.

Contemplé todo lo que dejaba atrás, y me sentí feliz. Porque no se sentía mal. Se sentía, refrescante. Como si estuviera respirando un nuevo aire.

El camino duró casi una eternidad, hasta que llegamos a un hotel, que parecía quedar a las afueras de la ciudad. Cristopher dijo que nos quedaríamos aquí hasta mañana, que sería cuando tomemos el avión hacia nuestro destino.

Reservó una habitación para cada uno.

Luego nos dirigimos a la cafetería para comer algo,ambos pedimos hamburguesas. Intenté no mostrarme ansiosa mientras traían la comida. Lo cierto es que no recordaba cuando había comido por ultima vez.

—¿No quieres lavarte? —preguntó de pronto mientras señalaba mi rostro.

—¿Lavarme?

—Sí. Puedes ir a los servicios —sugirió.

—Bueno —contesté y caminé hacia al baño.

 Recién al estar frente al espejo pude contemplar mi rostro. Lucía lamentable.

Tenía la mejilla muy roja, el labio hinchado con un par de heridas y todo el cabello desalborotado.

Un par de lágrimas aparecieron sobre mi rostro haciéndome sentir peor. Todo lo que quería era no pensar en eso, y mi rostro terminaba recordándomelo. Decidí mojarme toda mi cara y el cabello también, no serviría de mucho, pero al menos algo ayudaría.

Alguien tocó la puerta en ese instante, al abrir me encontré con Cristopher. 

Su rostro estaba tan serio que me puso nerviosa.

—Les pregunté si tenían alguna crema para golpes y me dieron esto —señaló mostrando el pequeño bote que tenía en su mano.

Me quedé sin habla,entonces lo sabía. Por supuesto que lo sabía, era bastante evidente y tampoco se molestaron en ocultarlo. Mis amigas, mis compañeros, la psicóloga. Todos eran conscientes de lo que pasaba.

—Cristel —susurró haciéndo que me atención volviera a él—. No tienes que hablar de ello sino quieres, pero por favor recibe la crema.

Asentí mientras cogía el bote de sus manos y cerraba la puerta nuevamente.

Luego de un rato de colocarme la crema, salí nuevamente.

—Solo respóndeme algo —comentó en el momento que me senté—. ¿El peligro ya se fue?

No sabía que contestarle, ¿Que sí? ¿Que nunca volvería ver a mis padres? ¿Qué ellos eran de lo que huía?

—Sí —respondí sin atreverme a mirarlo. Por suerte, no volvió a insistirme y cambió de tema por completo.

El amargo de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora