A la mañana siguiente me levanté muy temprano. Mi madre me había dejado claro en incontables ocasiones mi rol en el hogar. Repetía que si no me iba a ocupar de la cocina tendría que ocuparme de todo lo demás. Por eso todos los días, sin excepción, me pasaba los primeros treinta minutos de la mañana aseando la casa entera.
Tras un arduo trabajo, terminé. Corrí hacia el baño para ducharme,si quería llegar a tiempo para copiar la tarea tenía que darme prisa. No pasaron ni 15 minutos y ya me encontraba lista con mi mochila en el hombro. Por suerte no tenía que usar uniforme para la escuela, cosa que no solo me ahorraba dinero, sino también mucho tiempo. Ya por último caminé hacia la cocina en busca de algo que sirviera de alimento y que me ayudara a aguantar el resto del día.
Por supuesto de encontrar, no encontré nada, pero si había agua en el jarrón. Llené en mi botella rápidamente.
Ya estaba por salir de la casa, cuando me choqué con mi padre en la sala. Se encontraba al frente mío, con los brazos cruzados sobre su delante y una expresión extraña en el rostro.
—No hay desayuno —exclamó.
—No te preocu...
—Te levantas, ves que no hay desayuno y te vas toda fresca. Ni siquiera piensas en el resto.
—Lo siento.
Agaché la cabeza a espera de su reprimenda.
—Mujer y sin saber cocinar —recriminó—. Si estás esperando que alguien te quiera así, eres más estúpida de lo que imaginé.
Asentí mientras musitaba un diminuto adiós y salí por la puerta.
El colegio quedaba a unas pocas cuadras de mi casa. Ibas de frente, pasabas un parque, doblabas a la izquierda justo en el grifo y llegabas. Normalmente caminaba hacia él, esta vez corrí.
No podía llegar cuando la profesora estuviera revisando la tarea.
Sudorosa y con el pelo bastante alborotado, llegué a la puerta de la escuela. Tan pronto como entré, busqué con la mirada a Natalia y Camila. No las veía por ningún lado, y eso comenzó a desesperarme. Podía notar como el resto de mis compañeros volteaban a observarme. Asustada, me alejé del centro.
—¡Rarita! —llamó uno de ellos, y no tuve que mirarlo para saber que se refería a mí.
Intenté ignorarlo tanto a él como al temblor repentino de mi pecho y seguí buscando a mis amigas. Odiaba venir al colegio sin su compañería, siempre que lo hacía me encontraba con alguien listo para fastidiarme. Con Natalia no se metían por su carácter, mientras que Camila, en cambio, parecía agradarles. El problema era yo.
Algo en mí parecía disgustarles tanto como para pasarse gran parte de su día molestándome.
Con mi pecho latiendo cada vez más deprisa, por fin conseguí encontrarlas, ambas estaban paradas justo en la esquina del auditorio, cerca de los baños.
Caminé hacia ellas enseguida.
—Rápido —habló Natalia al verme llegar. Me pasó su cuaderno y caminamos hacia el baño.
No podíamos hacerlo en el salón, puesto que la profesora solía recoger los trabajos ni bien entrábamos a clases, así que solo nos quedaban los baños. Mientras Natalia me dictaba las respuestas y yo las transcribía en mi cuaderno. Camila se encargaba de vigilar la puerta.
Al cabo de 15 minutos ya había terminado de copiarlo todo. Guardé mis cosas y nos dirigimos al salón. Nos habíamos perdido la formación y cuando llegamos la profesora nos miró con sospecha por un segundo, pero acostumbrada a vernos por todos lados juntas no nos dijo nada. Camila y Natalia sonrieron con complicidad. Yo únicamente esperaba que no se diera cuenta de la similitud en las respuestas.
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El amargo de los sueños
Fiction généraleCristel siempre había soñado con la idea de escapar de casa. Había soñado con volverse una cantante exitosa y reconocida. Había soñado con conocer a alguien que la amara tal cual era. Cristel siempre había soñado. Y cuando gracias Tik Tok, logra vol...