Capítulo 7

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Cuando me desperté al día siguiente, el cuerpo me dolía tanto como la mañana anterior.

 Por un momento sopesé la idea de quedarme a dormir por el resto del día en mi cama,sin embargo, en mi mente pasaron todas las posibles consecuencias de mi decisión. Resignada me puse de pie.

El dolor físico permanecía intacto, el mental parecía aún sedado. Sin muchos ánimos me dirigí a la sala a tratar de arreglar y limpiar lo más resaltante.

Por alguna razón extraña, mis ánimos estaban mucho más bajos que los días anteriores. No es que fuera del tipo de personas que se la pasan alegres a cada minuto, pero al menos tenía un buen estado de ánimo la mayor parte del tiempo.

Una vez que terminé, suspiré aún adormitada, luego recogí mi mochila y dirigí mi camino a la escuela.

Ya estaba a mitad del recorrido cuando fui consciente que volvería a estar alrededor de todos mis compañeros, quienes conocedores de mi reciente éxito en Tik tok aprovecharían la oportunidad para gastarme bromas.

Decidí volver a mi casa, sin embargo, cuando di la vuelta me detuve.

¿Acaso no era peor regresar?

Ni siquiera podía escaparme porque la escuela llamaría de inmediato a mis padres. Mi padre con seguridad terminaría por matarme al enterarse. De modo que la única opción válida era ingresar a clase y soportar cuantas burlas vinieran.

A paso lento y ánimo decaído ingresé a la escuela, cuando llegué aún todos se encontraban en la formación, me dirigí a la columna de mi salón y me posicioné detrás de la última persona. Pensé que si me quedaba quieta y en silencio, tal vez ni siquiera repararían en mi presencia.

Idea equivocada, porque al instante todos voltearon y soltaron unas risitas, decidí no darles el gusto de burlarse y mantuve una postura firme y segura. Aunque en realidad en el interior estuviera orinándome por dentro.

La profesora a cargo, molesta por la distracción de los jóvenes, les exigió que mantuvieran la atención en el frente. Le agradecí en mi mente a la mujer, pese a que aunque aún pudiera sentir algunas miradas sobre mí.

Poco tiempo después ingresamos al aula. Sentía que muchos de mis compañeros querían acercarse a hablarme, pero la profesora del primer turno no les dio la oportunidad de intentarlo. Natalia y Camila ya habían llegado, pero como solían sentarse a primera fila, solo se limitaron a saludarme con la mano. La primera clase transcurrió con tranquilidad, pese a que no pude entender nada de su contenido, me sentía calmada hasta el momento. Unos minutos después de que  hubiera empezado la segunda clase, alguien tocó la puerta del aula.

Todos volteamos con dirección hacia la puerta.

—Buscan a la alumna Cristel Saenz —mencionó un alumno de  grado superior, de pelo rojizo y rostro lleno de pecas, al tiempo que me señalaba.

Sentí como mi rostro enrojeció rápidamente, y como las risitas volvieron a hacerse presentes.

El profesor  indició al aula con la mano que hicieran silencio y dirigió su mirada al joven—. ¿Quién?

—¿Quién qué? —preguntó el alumno, quién no había dejado de mirarme.

—¿Quién busca a la alumna? —respondió el profesor fastidiado.

—Ahhh no sé —respondió—. Dijeron que era privado.

—¿Quién te dijo eso?

—La psicóloga —mencionó él.

El salón entero soltó un alarido de sorpresa.

—Ya es hora de su medicina —comentó uno.

—Sabía que eras rara, pero no loca —dijo otro.

El amargo de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora