Capítulo 21

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Estaba irritada. Muy irritada. Abrumada e irritada, pero no iba a permitir que eso me arruinará el resto de la noche.

Me lavé la cara, cepillé mis dientes y arreglé mi cabello. No quería verme de ninguna otra forma que no fuera de la adecuada. Incluso si solo lograba  mentirme.

Sujeté mi cabello en una coleta y coloqué un poco de maquillaje sobre el rostro que lograra cubrir mis ojos hinchados. Cogí una falda de botones y una camiseta. Observé mi reflejo en el espejo, y por primera vez en mi vida, revisé mi figura. Mis brazos eran delgados, al igual que mi cintura. En cambio, mis piernas eran mucho más gruesas de lo que deberían ser, mi abdomen tampoco era plano. ¿Sería cierto entonces que mi peso estaba subiendo? ¿Tendría que comenzar a hacer dieta? Recordé mi tarde embutiéndome de comida y maldecí. Fastidiada guardé la falda y saqué unos jeans.

 Finalmente agarré mi celular y bajé a la sala principal, donde ya parecían haber llegado algunos chicos.

Habían conseguido un par de bebidas para pasar la noche, todos parecían estar pasándola de maravilla. Bailando, bebiendo y conversando, por mi lado, me encontraba sentada en un rincón sin comentar mucho con nadie. Thomas estaba hablando con un par de chicas muy animádamente, mientras que los demás chicos estaban hablando entre sí o habían salido afuera a fumar.

Estaba tan distraída en mis pensamientos que ni siquiera fui consciente cuando un chico se sentó a mi lado hasta que me tocó el hombro. Volteé a mirarlo y lo reconocí.

—Blake —susurré.

—¿Qué haces aquí tan sola? 

—No tengo ganas de estar aquí.

No tenía mucho sentido fingir que no era así, no cuando mi cara evidencia mi malestar. Blake, con una botella de vino y sin sonreir, se aproximó.

—¿Es por la demanda verdad? 

—¿La demanda? ¿Acaso todo el mundo lo sabe?

—Bueno, sí, es de lo que se ha estado comentando los último días —comentó—.Oye, pero no te preocupes. Esas cosas siempre pasan cuando comienzas a ser exitoso. La gente busca algo con lo que agarrarte. A veces son rumores del pasado o mentiras difundidas. Y otras, mucho más cabronas, son secretos que llevabas contigo.

—¿Te ha sucedido a ti?

—Miles de veces —contestó asintiendo—. Y ninguna se siente bien.

Suspiré mientras me recostaba sobre el sillón—. Ahora mismo lo que quiero es dormir.

—Eso si te lo comparto.

—Por cierto —comenté—. ¿Ustedes también se llevan mal con Cristopher? 

Blake se incorporó de inmediato.

—¿Con Cristopher? ¿Qué te han dicho ellos?

—¿Ellos quién?

—Los chicos de tu casa —aclaró—. ¿Qué te han dicho de Cristopher?

—Que no es agradable con ellos. ¿A eso te refieres? 

Blake parecío vacilar.

 —Sí. A eso.

— ¿Ustedes pertenecían a la misma casa?

—Algo así —respondió—. Solo que la nuestra es mejor, y los de la tuya nunca han sido lo suficientemente buenos —bromeó.

—¿No somos lo suficiente buenos dijiste? —pregunté indignadísima mientras le daba un manotazo en el hombro.

El amargo de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora