Capítulo 3

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2 meses después.

Con el paso del tiempo, Alicia comenzó a ser olvidada.

La noticia de su fallecimiento dejó de ser transmitida en los medios, en la escuela surgieron nuevos rumores y novedades, y en las redes ya se hablaban de otras polémicas. Eran pocos los que aún hablaban de ella.

Es curioso como la vida de una persona, se reduce, simplemente, a eso. A una noticia de alto impacto que, como todo, con el tiempo perece.

Ninguno de sus amigos había salido a declarar sobre lo sucedido y su familia había mantenido un perfil bajo durante todo momento, lo que comprendía totalmente. Según lo que sí habían informado, comenzó como un intento de secuestro que había terminado provocando la fatídica muerte de Alicia. Sin embargo, aún no se había logrado identificar con exactitud quien había sido el causante de tal crimen, todo parecía indicar que era alguien de su entorno cercano.

No podía imaginarme haber confiado en alguien tanto y que terminara acabando con tu vida. No podía siquiera imaginar la idea de mi muerte.

Mi muerte.

De pronto me agarró un miedo escalofriante. La muerte. Y no por temor a lo desconocido, o al sufrimiento que suele implicar morir. No. Eso no.

Miedo a la idea de quedarme sin tiempo. De quedarme sin oportunidades, de morir, sin haber logrado nada, sin haberme sentido plena. 

Sin haber sido feliz.

Un completo miedo que comenzó a dominar todo mi cuerpo. Conocía esa sensación a la perfección. Se llamaba ansiedad. Obligué entonces a mi mente a concentrarse en cualquier otra cosa que no fueran esos pensamientos. Me esforcé en focalizar mi atención en algo distinto. Recordé lo que me había dicho la psicóloga de la escuela.

"Cuenta de forma ascendente hasta que sientes a tu respiración normalizarse"

—1... 2... 3... 4 ... — conté con dificultad sintiendo aún que me ahogaba—. 5... —dije. Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos—. 6... 7...

—8... —conté con la desesperación sobre la garganta.

—9...

—10...

—11... —exclamé finalmente. Solté una bocanada de aire y noté como mi respiración comenzaba a normalizarse. Sentí el aire entrar por mis pulmones y como todo mi cuerpo empezaba lentamente a calmarse.

Odiaba sentirme así. Odiaba que me ocurrieran estas cosas. La psicóloga le había dicho a mis padres que sería conveniente que llevara un tratamiento psicológico, e incluso psiquiátrico. Ellos no la habían tomado en serio.

Tenían la idea de que lo que me pasaba era propio de la gente débil y solo bastaba que afrontara las situaciones de mi vida como cualquier otra persona para que todo cambiara.

Quería creer que tenían razón, sin embargo. A veces simplemente sentía que todo me sobrepasaba. Cerré las últimas pestañas abiertas, lo mejor era no seguir leyendo noticias sobre lo sucedido, no me estaba haciendo bien.

Tal vez todo me asustaba.

En cambio, decidí distraerme con algo más. Estos últimos días mis padres estaban saliendo más. Mi madre estaba muy pendiente del colegio de mi hermano, mientras que mi padre misteriosamente parecía estar mucho más ocupado con su trabajo.

Mientras me fijaba en las cosas que podía hacer me acordé de la famosa aplicación de la que Camila tanto había estado hablando. Busqué en mi celular el icono de la aplicación y cuando la encontré, la descargué. En un par de segundos la tenía instalada en mi celular.

El amargo de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora