Capítulo 44

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Capítulo 44

Estar en ese restaurante era lo que menos quería en ese momento, pero nada podía hacer porque era parte de su trabajo, se preguntaba qué era eso tan importante que Daniel debía hacer que le había pasado la responsabilidad de acompañar a su abuelo.

Eran varios los altos empresarios del mundo de los alimentos y dueños de las principales cadenas de supermercados quienes estaban reunidos junto a ONG responsables de ayudar con la distribución de víveres de forma equitativa a los barrios más vulnerables del país, todos buscaban poder ayudar, Ana pensaba que la labor era noble, pero a la vez le gustaría que la ayuda no fuese con tanta parafernalia. Muchos de los presentes se alababan unos a otros por su solidaridad, pero estaba seguro que ninguno de ellos alguna vez había preparado una caja de ayuda y mucho menos había pisado alguna vez alguno de los barrios que tanto nombraban.

—¿Debería ir y decirle que paré? —Peter, el secretario de su abuelo, el que no se había separado de ella susurró a su lado.

—Déjalo. Es incómodo, pero puedo soportarlo, además el abuelo prometió que nos iríamos a penas termine el almuerzo.

Matthew estaba presente, a dos mesas de ella y podía sentir su mirada pegada en ella y estaba segura que, así como Peter se había percatado de su insistente mirada más de algún otro de los presentes también lo había hecho. No se habían visto desde que él había estado en su casa, la verdad ni se había preguntado si seguía en el país o había regresado a Inglaterra.

—Oh, maldición —susurró al tiempo que comenzaban a servir el postre. Tragó en seco y giró la cabeza hacia otro lado para que el olor a pastel de chocolate que había pedido la persona a su lado no le llegase de golpe, trató de respirar por la boca como le había dicho su médico y eso en algo ayudó. Tener arcadas delante del director del banco central y de su esposa no iba a ser para nada una buena impresión.

—Señorita Ana... —la que se presentó como asistente del director del banco notó su molestia y llamó la atención de todos en la mesa— ¿se encuentra bien?

—Eh... sí —le costó hablar porque al hacerlo volvió a respirar por la nariz y el olor dulce la inundó—, solo necesito unos momentos.

Salió de ahí lo más rápido que pudo mientras escuchaba cómo su abuelo se disculpaba con los demás por su repentina salida. Eso era vergonzoso, pero si se quedaba un segundo más la vergüenza sería todavía más. Salió del restaurante y caminó para alejarse de las ventanas, se apoyó contra la pared, cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás para hacer respiraciones entrecortadas hasta que finalmente las náuseas bajaron su intensidad. A pesar de eso, llevó la mano a su vientre y sonrió.

—Vamos bebé, tu no puedes hacerme esto cada que alguien coma chocolate cerca nuestro...

—Ana... ¿estás...? —volvió el rostro y se dio cuenta de que esto sería incómodo.

—Estoy embarazada, Matthew y al parecer a este bebé no le gusta el chocolate porque con solo el olor quiero vomitar.

El silencio que le siguió a su declaración fue tan tenso que todo lo demás a su alrededor tomara más intensidad, el ruido de los vehículos y las conversaciones de la gente que pasaba frente a ellos, incluso sus respiraciones. Quería romper el silencio ¿le decía algo? ¿se disculpaba? ¡No! ¿Por qué había de disculparse?

—Yo... quería hablar contigo, disculparme por lo que sucedió en tu casa, pero no sabía cómo hacerlo. Por eso dejé pasar tantos días —se tumbó a su lado con la espalda también pegada a la pared y soltó un suspiro—. Jamás pensé enterarme que estás... ese hijo debió ser mío...

Flores Para AnnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora