Capítulo 34

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Capítulo 34

—Señorita —Ana levantó la mirada de su teléfono para encontrarse con la enfermera que la llamaba—. La doctora Baker ya la puede recibir.

Ana agradeció a la mujer y se levantó de su asiento. A pesar de que había buscado un atuendo casual y sencillo de igual manera recibió las miradas curiosas de las personas que esperaban atención médica en el largo pasillo. Venir al hospital público en el que Sibel trabajaba siempre la ponía melancólica, había personas que se notaba no lo estaban pasando bien económicamente, otras que estaban de forma ilegal en el país por lo que debían rogar por atención ya que no tenían seguro médico. Pero la necesidad de ver a su amiga era mayor.

—Te ves como la mierda —fue lo primero que oyó al entrar en la pequeña consulta.

—También te extrañé —caminó directamente a la camilla que estaba en un rincón y se subió en ella. Sibel le sonrió antes de seguir tecleando frente al computador.

—¿Cómo va ese dolor de estómago?

—Ya no duele, solo es un ligero malestar, pero esta mañana volví a vomitar.

—¿Comiste?

—Sí, un vaso de leche chocolatada y un par de tostadas. Pero las vomité, no comí nada más.

—El chocolate es mala idea cuando tienes una intoxicación por comida. Cualquier cosa dulce en realidad, aumenta las náuseas.

—Hubiese sido genial que me lo dijeras antes. Es bastante asqueroso ver esa cosa café que sale cuando vomitas chocolate.

—¡Sucia! —ambas rieron y Ana se quejó porque su abdomen seguía adolorido. Se quedaron en silencio, Ana cerró los ojos mientras escuchaba a Sibel terminar de escribir y hablarle a la enfermera que trabajaba con ella para preparar los exámenes y medicamentos de las personas que había atendido durante la mañana.

Ana dio un brinco cuando sintió las manos de su amiga levantando su blusa. Sibel se rio de ella, pero siguió para revisar su abdomen. Dio ligeros golpes justo bajo sus pechos con dos de sus dedos y presionó bajo sus costillas antes de palpar más abajo su abdomen.

—¡Auch!

—No seas quejosa. Te voy a mandar a hacer exámenes, ya llevas días con malestar. Con las gotas que te di debería haber terminado. Te daré la orden, pero debes ir a un laboratorio, porque acá demorarán una eternidad.

Sibel siguió despotricando contra el sistema publicó que demoraba eternidades en los resultados de un simple examen quitando tiempo precioso en lograr que sus pacientes tuviesen el tratamiento que necesitaban. Ana sabía que muchas de esas veces su amiga pagaba de su propio bolsillo algunos de esos exámenes y también una que otra vez le pidió ayuda para lo mismo. Luego de todo eso por fin salieron del hospital, ninguna de las dos tenía ganas de vagar por la ciudad así que con una orden de comida grasosa para Sibel y una simple sopa de pollo para ella se fueron al departamento de su amiga. Tenía la intención de estar ahí el resto del día.

—Ahora cuéntame... ¿cómo van las cosas con tu novio?

Ana suspiró mientras daba vuelta la cuchara en su plato. Hace dos días que le había hablado a Dave sobre la información que tenía de su madre. Se la había entregado y el simplemente la observó sin decir nada. Estaba ansiosa porque pensó que la vería de inmediato y descubriría quién era la mujer, pero, por el contrario, él entró en la habitación se vistió, se acercó a ella, dejó un suave beso en sus labios, acarició su mejilla y salió, todo sin decir ni una sola palabra.

Eliot le había dicho que Dave era capaz de dejarte sordo tanto hablar pero cuando callaba era la cosa más aterradora del mundo y esa mañana lo comprobó.

Flores Para AnnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora