Capítulo 24

204 32 6
                                    

Capítulo 24

Dave se afirmó en el marco de la puerta a observar la forma en la que su mejor amigo golpeaba una y otra vez el saco de boxeo. Tal vez debía ir y decirle que no era conveniente que estuviese entrenando de esa manera tan dura pero la verdad el aire de molestia y frustración que rodeaba a Eliot se lo impedía. Mejor el saco que él.

—¿Sabes lo que le pasa? —se giró al oír la voz femenina.

—Nathan está molesto con él —le contestó a Katherine.

—Problemas en el paraíso ¿eh?

La observó por unos segundo preguntándose si esa chica aun seguía enamorada de Eliot. Si después de casi seis años seguía molesta con él por rechazarla ¿sería posible?

—Nathan está molesto porque Eliot no toma enserio su trabajo y se pone en peligro deliberadamente.

—Por primera vez estoy de acuerdo con ese imbécil. Eliot se cree un estúpido súper héroe.

Eso era cierto. Aunque hasta ahora nadie había pedido su opinión al respecto. Él también creía que a veces su mejor amigo olvidaba que era de carne y hueso, y se ponía en peligro mientras buscaba cumplir con su deber, pero a diferencia de Nathan él , no creía que lo hiciera de forma deliberada, más bien Eliot no se daba cuenta. Solo quería hacer su trabajo y librar al mundo de los delincuentes a los que perseguía. Pero era admitir que el chico tenía razón delante de Eliot solo haría que su amigo terminará molesto ahora con él.

—Apropósito… te buscan en la entrada.

—¿Quién?

—La chica más guapa y más elegante que he visto en mi vida —dijo con desdén—. Parece que juntarte con los millonarios también influyó en ti.

—Ana… —Dave sonrió porque no podía ser nadie más que su florecita.

—Mira tu cara de idiota… —Katherine se dio media vuelta y se alejó de él refunfuñando entre dientes. En otro momento Dave la habría seguido para molestarla y hacer que se enfadara aún más pero ahora lo único que importaba era que Ana había venido a verlo al gimnasio.

Sin mirar a nadie se encaminó a la recepción donde su amada florecita lo esperaba, un leve sentido cavernícola llenó su mente cuando la vio de pie junto al mostrador de la recepción y reparó en cómo iba vestida. Estaba a favor del feminismo —del que declaraba que los derechos y deberes de hombres y mujeres debían ser  iguales, no del extremo en el que se pretendía dejar al hombre como la peor criatura del universo—, estaba de acuerdo en las mujeres tenían derecho a ir donde quisieran sin ser intimidada, dedicarse a la profesión que quisieran y la retribución económica fuese justa, a que no se les tratara nunca más como inferiores al hombre, pero en ese momento una pequeña ola machista posesiva se apoderó de él al ver cómo otros hombres miraban a su florecita que estaba ataviada en esa condenada falda ceñida en demasía a sus caderas —la misma con la que la conoció— dejando ver la exquisita forma de su trasero y de sus muslos, además de esos tacones que la hacían ver más alta y de la blusa rosa que tenía un ligero escote que no mostraba mucho, pero que a veces la imaginación era mucho más peligrosa. Se veía hermosa, sexy y caliente como el infierno. No podía culpar  a los hombres que la miraban y ciertamente jamás opinaría sobre su ropa pero eso no quitaba que hubiese deseado que se vistiera con pantalón de chandal, pantuflas y un polo que ojalá fuese dos tallas más grande.

—¡Dave! —la alegre voz lo hizo desviar la mirada. Se sorprendió al darse cuenta de que Andrew estaba ahí –en su silla de ruedas que al lado llevaba el tanque de oxígeno– acompañado no solo de su florecita si no de dos personas más; una chica y un chico.

Flores Para AnnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora