Capítulo 31

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Mathew sentado en el sofá de la sala, miraba atento a su alrededor más desconcertado que otra cosa. Había estado al lado de Ana cuando todo sucedió y ella no quiso volver a su casa. Él mismo fue quien acompañó a Anthony en la tarea de buscar un lugar para ella —que había rechazado su oferta de quedarse con él—, uno en que estuviese segura y relativamente cerca de ellos. Fue quien eligió muchos de los muebles que ella aún tenía. Vio derrumbarse a la mujer que amaba, vio morir en ella sus ilusiones, sus sueños y por, sobre todo, vio en ella extinguirse sus ganas de vivir. Ya no era su An, esa chica seria, inteligente, que soñaba con ser la más grande ejecutiva y llevar de la mano de su padre la empresa de su familia al próximo nivel. De un momento a otro se había vuelto taciturna, poco o nada hablaba, la presencia de otras personas le molestaba y lo único que deseaba era estar sola.

Fueron muchas las vecen en la que ella rechazo sus intentos de consuelo, fueron varias más en las que fue echado, esas donde ella le gritaba llorando que quería estar sola. El dolor que ella había sufrido era enorme y no lo dejaba estar a su lado; Ana cada día lo estaba alejando más y más, y no había forma ni manera de retenerla. Por eso no le sorprendió que luego de unos meses ella devolviese el anillo de compromiso que le había dado. No, no le sorprendió, pero, dolió como nada más lo había hecho antes.

Todo el mundo le dijo que debía ser paciente, que en algún momento Ana iba a superar todo lo que había pasado y volvería a ser la de antes. ¡Que estúpido fue en ese instante!

Si te pidió que te fueras es porque ya la perdiste. ¿Cómo alguien iba a volver a ser la misma después de lo que ella pasó?

Aun recordaba las palabras de Sibel. Jamás pensó que de todas las personas ella sería quien tendría la razón, quería aferrarse con todas sus fuerzas a lo dicho por los demás quienes le aseguraron que ella volvería a él. Que iría en su busca.

Pero ahora era diferente. Había tardado demasiado tiempo en volver y ahora ella estaba al lado de alguien que estaba seguro que no le convenía.

Tenía que hacer algo.

Ana apareció por el camino que daba a la habitación, no le pasó por alto que ahora llevaba un suéter sobre el vestido que ocultaba su escote. Seguía siendo tan hermosa como siempre. Desde que la conoció no hubo una chica más hermosa que Ana Dawson.

—Me vas a decir ahora ¿qué haces aquí? —tan seria, directo al grano. Así era ella. Y así, debía ser con ella.

—Me prometiste un café, fui a tu oficina y dijeron que no habías ido a trabajar. Eso no es normal en ti, creí que te había sucedido algo... —ella solo asintió— ¿Quién es ese hombre Ana?

—Mi novio.

Lo miraba directo a la cara, directo a los ojos sin apartar ni por un milímetro la mirada. Estaba confundido; era ella. Era la misma Ana que lo alentaba en los partidos de beisbol en la universidad, la misma que se molestó con él cuando fue grosero con un indigente que le pidió dinero para comer, la misma que lo ignoró por semanas cuando se fue a los golpes con un chico que se le insinuó. La misma que con la sonrisa más hermosa del mundo aceptaba ser su esposa. Pero a la vez era tan distinta. Había un aura diferente que salía de ella, más... fría.

—Yo... aún te quiero, Ana.

—Matt...

—Cuando me pediste terminar porque no podías estar así conmigo lo entendí, de verdad lo hice. Pero cuando dijiste que debía ir a Inglaterra realmente dolió. En ese momento todos dijeron que debía darte el espacio y el tiempo que necesitabas, que llegaría el día en que estuvieras bien y volverías a mí —no le gustaba lo que estaba viendo en el rostro de Ana, la forma en que lo miraba—. Realmente creí en esas palabras, y me fui con la convicción de que en algún momento recibiría una llamada tuya, e incluso creí que un día te vería llegar. Pero no pasó ninguna de las dos... Me fui, cuando no debí hacerlo. Debí quedarme a tu lado y ayudarte a salir de donde estabas.

Flores Para AnnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora