Capítulo 12

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Capítulo 12

Ana se quitó los tacones y soltó su cabello, fue a su habitación y comenzó a quitarse el vestido completamente indignada.

¿Cómo se atrevía?

Después de todo ese estúpido discurso de querer conocerla mejor, que quería ser alguien importante en su vida y no solo tenerla unas cuantas noches, el muy idiota se había atrevido a dejarla plantada. Había pensado en cientos de escenarios con respecto a su primera cita con Dave, pero en ninguno de ellos se imaginó que cabría ni la más mínima posibilidad de que ese hombre simplemente no llegara.

Dave había quedado de recogerla a las ocho treinta y ya eran las diez y quince. Cuando quiso llamarle para ver porqué no llegaba se dio cuenta que nunca le pidió su número, estuvo a punto de ir al departamento de enfrente para pedirlo pero rápidamente reaccionó de lo estúpido que eso se vería y decidió no esperar ni un segundo más.

La habían dejado plantada.

¿Estaba triste?

Claro que no. Lo que estaba era furiosa, su orgullo herido y sus ganas de matar a ese tonto le hervían la sangre.

Eso le pasaba por idiota, por ilusa, ¡por caliente! —pensó viendo en el espejo de su habitación la hermosa lencería que llevaba puesta bajo el vestido—, por, igual que adolescente enamorada, creer en las palabras bonitas de un hombre del que estaba segura era un mujeriego en toda ley.

Pero eso no iba a quedar así, con ella nadie jugaba y si el estúpido de Dave creía que iba a hacerlo estaba más que equivocado.

Cuando terminó de desvestirse y en lugar del ceñido vestido y la ropa interior de encaje se puso unas simples bragas de algodón y su camisa de dormir una pequeña ola de tristeza la inundó mientras quitaba su maquillaje, desde un principio debió seguir sus instintos y jamás dejar que ese hombre se acercara más de la cuenta, debió correr cuando pudo porque ahora ese imbécil le gustaba mucho más de lo que quería admitir. De hecho no solo le gustaba; Dave, le encantaba. Pero al parecer todo lo que él había dicho era mentira.

El al parecer no le gustaba tanto como decía. Tal vez ni siquiera le gustaba y todo ese tiempo estuvo divertido de tenerla con ganas de él.



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Llevaba haciendo zaping una y otra vez por un buen rato y no encontraba nada bueno que ver. Más de ciento cincuenta canales y absolutamente nada llamaba su atención. Su teléfono volvió a sonar en un mensaje de Sibel pero al igual que los anteriores, lo ignoró.

Su mejor amiga quería detalles —sucios detalles— de su cita. De una cita que nunca sucedió porque el pretendiente brilló por su ausencia. De solo recordarlo se enfurecía. Realmente esperaba que Dave se estuviera muriendo en el hospital porque sería la única razón válida para que ella perdonara que no hubiese llegado.

Frustrada se levantó y fue hasta la cocina y se sirvió una muy generosa copa de vino, seguro cualquier catador de vinos estaría ofendido por cuanto sirvió en su copa, pero no le importaba en lo absoluto, ella quería toda esa cantidad de alcohol en su sistema. La bebió lentamente, sin prisas, saboreando cada gota del excelente vino chileno que había sacado —sin permiso— de la bodega de su tío. El olor afrutado en conjunto con el sabor amaderado llenaron su sentido del olfato y la hizo cerrar los ojos para poder disfrutar. En su mente podía imaginar las viñas a ras de suelo —como son las viñas en el centro sur de Chile—, siendo tocadas delicadamente por los rayos del sol al amanecer, el viento tibio moviendo ligeramente cada hoja, hombres y mujeres esforzados labrando la tierra alrededor sabiendo que el fruto de su trabajo traería placer y encanto a quienes disfrutarán de el.

Flores Para AnnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora