Capítulo 1
La alarma sonó a la hora programada, Ana a paso lento se acercó a su mesa de noche y la apagó delicadamente. Hace horas que estaba despierta, ya enfundada en un ajustado vestido negro de mangas largas combinado con unos tacones del mismo color, se había maquillado sobriamente y peinado su cabello en una alta cola.
Las seis de la mañana y ella ya estaba preparada para un nuevo día de trabajo.
¿Hace cuánto que no era ese aparato el encargado de comenzar su día?
Hace mucho. De hecho no sabía para qué lo tenía. El insomnio ya era parte de su vida, sus horas de sueño no superaban las cuatro y no de corrido. El despertar con la imagen de sus padres bañados en sangre ya era común, sobre todo en esas fechas, cuando solo faltaban unos días para un nuevo aniversario.
Tres años, tres años desde que por su culpa sus padres habían muerto.
Cerró los ojos y tragó con fuerza, el estómago se le revolvió, su abdomen dio grandes espasmos y su boca se llenó de saliva. Corrió hacia el baño y se arrodilló junto al wáter, la noche anterior no había cenado y aún no desayunaba así que en realidad nada salía de su cuerpo pero aún así seguía teniendo arcadas, los ojos se le llenaron de lágrimas las que corrieron libremente por sus mejillas llevándose la máscara de pestañas en el recorrido, estuvo varios minutos así hasta que poco a poco su cuerpo calmó y los músculos de su abdomen se relajaron. Ana lloró con todas sus fuerzas, sin contener los sollozos que se escapaban de su garganta.
Si ese maldito día no hubiese insistido en salir a cenar fuera ¿todo estaría bien?
Se había graduado de la carrera de economía, algo que siempre había amado, sus padres estaban orgullosos de ella, sobre todo su padre. Ambos habían hablado cientos de veces de lo que harían en la empresa una vez ella se graduara y él sucediera a su abuelo en la presidencia y; ese era el día. Los ojos de ambos la miraban de una manera tan especial cuando estaba recibiendo su diploma que no pudo evitar que las lágrimas cayeran por sus mejillas, lágrimas muy diferentes a las que ahora derramaba. Esas eran de felicidad, estas; de dolor. Le regalaron un auto nuevo, el que había insinuado muchas veces que quería, ella estaba tan feliz, los abrazó de manera intensa e insistió una y otra vez a que salieran los tres a probar el nuevo auto, aunque su madre quería que cenaran en casa de su abuelo. Pero no, hizo un pequeño berrinche hasta que los convenció.
¿Cómo iba a pensar que esa sería la última vez que estaría con ellos?
La calle donde se encontraba el restaurante al cual quería llevarlos estaba alborotada y eso no era normal, aunque habían muchos bares y restaurantes nocturnos, estos eran frecuentados por adultos así que no había adolescentes escandalosos paseando por ahí. Pero esa noche todo era diferente, había demasiado ruido, personas que gritaban y otras que corrían alejándose Fuera de uno de los bares —justo por donde pasaba en ese momento— se escucharon varios disparos, el grito de su madre la hizo sobresaltar y desviar la mirada hacia el lugar donde se oyeron.
Vio como una mujer se desvanecía en los brazos de un hombre alto que no parecía estar sobrio. No pudo retirar la vista de la imagen de ese hombre gritando mientras sostenía el cuerpo inerte de la chica en sus brazos, condujo a ciegas por varios metros sin darse cuenta que había cambiado a la pista contraria hasta que los bocinazos llamaron su atención.
Las luces de otro vehículo que se acercaba de frente la cegaron, giró bruscamente el volante hacia la derecha para volver a su carril pero era demasiado tarde. El vehículo que venía en contra dio de lleno en la parte trasera de su auto arrastrándolo por varios metros antes de volcarse. Cuando se giró a ver a sus padres la imagen que veía era la que la perseguía desde entonces. Su padre, quien había recibido todo el golpe del impacto —ya que iba justo detrás de ella— estaba inconsciente, con el rostro lleno de sangre mientras su madre, que había recibido el golpe contra el pavimento la miraba asustada, respirando agitada. Solo fue unos segundos en los que sus miradas se conectaron y lo supo… ella también se iría. Un nuevo golpe sacudió el auto el airbag le explotó en la cara y golpe fue tan fuerte que terminó perdiendo la conciencia.
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Flores Para Anna
ChickLitSu culpa, aunque muchos le decían que no era así que había sido un accidente, Ana sabía que era su culpa. Si esa noche ella no hubiese insistido en salir, ellos estarían vivos. Su culpa, aunque muchos le decían que no era así, que lo que había pasa...