Capítulo 26

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Capítulo 26

¿Sería la señora Johnson? No, el cabello rubio de esa mujer era absolutamente falso. ¿Tina Brown? No, ella no tenía hijos y recordaba perfectamente que Dave le había dicho que tenía un hermano… ¿Jane Tassler? La madre de Bruce era naturalmente rubia y tenía un hijo. No, no, no, eso implicaría que el hermano de Dave era ese idiota, no, no podía ser.

Tal vez conocía a la madre de Dave.

Llevaba casi toda la noche pensando en eso, repasando en su mente a cada mujer que se asemejara a las características que había oído tenía la mujer que había dado a luz a su novio y por más que pensaba no se le ocurría quién pudiese ser. En ese momento. Ana deseo haber sido más parlanchina en las tediosas reuniones a las que tenía que asistir, tal vez si supiera más de la vida de las personas hubiese tenido una idea más clara.

Dio un largo suspiro y tomó su teléfono para ver qué hora era. Las tres y veinte de la madrugada y estaba dicho que ella no podría dormir. Justo cuando iba a dejar de vuelta el teléfono en su mesa de noche se dio cuenta de un mensaje, un mensaje de Dave.

Cuando Eliot y yo volvimos había un ambiente extraño. ¿Qué sucedió florecita?

El mensaje era de alrededor de la medianoche, estaba segura que Dave estaría dormido pero de igual manera contestó.


No sucedió nada, Dave. No te preocupes.


Apenas le dio enviar una llamada entrante la hizo arquear sus cejas.

—¿Sibel? —había hablado con su amiga por la tarde y ella había dicho que ese día no podían verse porque tenía el infernal turno de veinticuatro horas en el hospital.

—Abre la puerta, Ana —eso fue todo lo que dijo y cortó la llamada.

Se levantó lentamente, y caminó a la sala, esperaba que si su amiga llegaba a esa hora fuese con algo de beber. En cuanto abrió se hizo a un lado, Sibel siempre tenía la poca delicadeza de entrar empujándola. Pero esta vez no pasó, lo que era extraño.

Ana abrió los ojos desmesuradamente cuando vio la imagen frente a ella. Parte del rostro de su amiga estaba hinchado y un hematoma se comenzaba a formar, su labio superior estaba partido y además llevaba un cabestrillo sosteniendo su brazo derecho.

—¡Oh por Dios, Sibel! ¡Pero qué pasó! —sus manos se movieron solas hasta ahuecar el rostro de Sibel.

—No toques… ¡maldita sea! ¡Que duele!

—¡¿Pero qué pasó?!

Está vez su amiga si entró y le entregó una pesada bolsa que contenía varias medicinas y también unas cervezas. La siguió hasta su sala donde con cuidado su amiga tomó asiento mientras hacía una mueca de dolor.

—Ve por hielo, Ana. Luego de tomar un analgésico y dejar de sentir la mejilla como una patata te cuento todo —Ana se fue bufando y Sibel quiso reír pero su rostro realmente dolía.



Ana le prestó a su amiga una ropa holgada y la ayudó a cambiarse también. Las lesiones de Sibel no se cernían solo a su rostro amoratado y al corte que tenía en su antebrazo, también tenía varios moretones en las costillas y la espalda. Extendió el gel refrescante por la espalda de Sibel preguntándose qué demonios le había pasado.

—Amo tus manos. Juro que si fuera lesbiana serias el amor de mi vida solo por tus manos —terminó de masajear y la ayudó a acomodar su ropa, Ana se movió hacia el otro sofá y limpió sus manos con una toalla húmeda mientras  Sibel siguió boca abajo con la mejilla sobre la bolsa de hielo que le había dado antes.

Flores Para AnnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora