Capítulo 21

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Capítulo 21

—Sigo pensando que esto no es una buena idea… ¿porqué mejor no se quedan acá? —Ana entendía la preocupación de su tía Janeth. Ella misma no estaba segura de esto. Pero por alguna razón Andrew estaba casi desesperado por conocer a Dave. Algo en su interior le decía que debería averiguar las razones de su pequeño primo, porque tanto entusiasmo no era normal.

A pesar que Andrew era un niño alegre, amistoso y  bastante sociable, nunca había visto en él tal interés por conocer a una persona.

—¡No! ¡Mamá! Yo quiero ir —Andrew se aferró a su padre quien lo llevaba en brazos hasta el auto de Ana—. Estoy aburrido de estar encerrado, además solo iré a casa de Ana… por favor…

—Vamos cariño, Ana lo va a cuidar, además Peter quedó en pasar por él más tarde —interfirió su tío una vez había depositado a Andrew dentro del auto y puesto a su lado el tanque de oxígeno que ahora debía llevar a todos lados. Ana —con la ayuda de uno de los empleados— terminó de meter la silla de ruedas en su maletero mientras observaba a sus tíos abrazados. Daniel confortando a su preocupada esposa y Janet aferrándose a su marido tan desesperadamente que parecía fundirse en él.

La salud de su primo era delicada, y ella comprendía completamente la gran responsabilidad que tenía con llevarlo a su casa. Aunque sólo fuera por el par de horas que sus tíos permitieron. Esperaba hacerlo bien, se había preparado, tenía todo un contingente de emergencias por si algo salía mal. Había instruido a su chismoso portero para que tuviera a mano el número de emergencias y que obviamente nada dificultará la llegada de la ambulancia si esta fuese necesaria, Sibel estaba avisada de que Andrew estaría con ella y a pesar que su amiga no era el médico de su primo le había ordenado no despegarse de su teléfono por si la necesitaba. Aunque la chica la había tratado de paranoica le prometió estar al pendiente. Hasta el mismo Dave había sido instruido en qué hacer en caso de que Andrew se sintiera mal.

Andrew se despidió alegremente de sus padres y le dio una de esas enormes sonrisas que tenía cuando ella se sentó a su lado en la parte de atrás y el empleado de la casa arrancó su auto. Al menos está vez nadie le había preguntado porqué no conducía ella misma.

Ana sacudió la cabeza para no pensar el porqué jamás conducía cuando iba con alguien más en su auto. No iría hasta ahí. No ese día.


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Algo se tensó dentro de él en cuando vio a ese niño de grandes ojos turquesa. ¡Dios! La vida era una mierda. Tan putamente injusta. ¿Cómo era posible que ese pequeño estuviera a solo meses de morir, cuando en el mundo había tanta escoria humana que gozaba de buena salud? Dave le sonrió esperando que la tensión cediese un poco, el pequeño lo miraba con cierto temor.

Realmente se había sorprendido cuando su florecita le había dicho que alguien de su familia quería conocerlo, la verdad es que lo primero que pensó fue en sus abuelos, que ya sabían de él y además conocían la historia que de alguna manera lao unía. Pero cuando le dijo que era su primo, ese  pequeño niño que había estado a punto de morir solo unas semanas atrás la sorpresa solo aumentó. ¿Cuál sería la razón? No la podía imaginar ni siquiera por un momento.

—Eh… Dave, él es Andrew, mi primo —Ana interrumpió el silencio que se había formado, Dave no decía nada y mucho menos Andrew, ellos solo se miraban el uno al otro—. Andy, el es Dave…

Dave se movió acercándose hasta el sofá donde el pequeño estaba recostado con su espalda descansando en los cojines. No se le pasó por alto el tanque de oxígeno a su lado, la verdad era imposible de ignorar no solo por su tamaño, además del ruido que hacía, sino por la manguera en un extremo que le unía a la pequeña nariz respingada del chico. Se sentó en la mesa de centro quedando justo frente al niño que aún miraba su rostro como tratando de buscar algo, en silencio solo analizándolo. Estiró su mano y se la tendió, Andrew debió la vista y frunció ligeramente el ceño, Dave estuvo a punto de reír por el gesto pero recapacitó, la idea era agradarle a ese niño, él era importante para Ana. Con una extrema lentitud que le fue difícil juzgar si era por la desconfianza o porque le costaba —tal vez algo de ambas—, Andrew dirigió su pequeña y delgada mano a la suya, casi sin de presión el niño cerró sus delgados dedos en los suyos y agitó su mano sin fuerza saludándolo. Dave debió la mirada hacia su florecita que le sonreía.

Flores Para AnnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora