Capítulo 16

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Capítulo 16

Ana estaba sorprendida de lo que su abuela entre temblores le decía.

—Yo escogí esa alfombra… Ese chico me ayudó a escoger el regalo para el nuevo apartamento de Peter…

Cuando desesperada trataba de abrir el paquete que resultó ser una hermosa alfombra, no se percató que su abuela había tomado la nota que le habían entregado. Solo el jadeo angustioso emitido por su ella llamó su atención, temblaba mientras leía una y otra vez la nota en sus manos.

—¿Cariño, lo conoces? —preguntó su abuelo mientras ayudaba a su mujer a sentarse y Ana iba por un vaso de agua para ella.

Ana no dijo absolutamente nada, solo observó a su abuela mientras relataba el encuentro que había tenido con Dave, hubo algunas partes en las que fue imposible no sonreír y en otras, la tristeza de en los ojos de su abuela a la que realmente Dave había agradado era tanta que su corazón dolía. Podía ver en los ojos de ella, en su rostro, en su manera de hablar, que tenía un conflicto, el mismo que ella tuvo cuando se enteró. Les gustaba mucho el chico, pero era difícil.

—Es un buen chico, Ana —susurró su abuela.

—Lo sé…

—Pero es complicado…

—También lo sé.

                       



            

El gran salón estaba pulcramente adornado, los camareros iban y venían con las copas llenas del más caro champagne y vinos de selección, todo para deleitar los paladares de los más grandes empresarios de la ciudad. El lugar apestaba a finos perfumes franceses, las esencias amaderadas de los caballeros y los florales —que la tenían con ganas de vomitar— de las señoras se fundían dejando una estela que amenazaba con ahogar a los presentes. Y, si eso no fuera suficiente, el gran ego de cada uno lograría el cometido.

Fiesta de beneficencia. Ana sonrió ante el sarcasmo de ese título.
Todo el mundo sabía que en realidad esas reuniones eran para que los grandes empresarios se regodearan en su propia grandeza, presentando los logros de cada una de sus empresas, los bienes que habían adquirido desde la reunión anterior y presentar a sus futuros herederos, jóvenes prometedores que un día se harían cargo de sus imperios. También, servían para buscar contactos, nuevos negocios que solo buscan engrandecer aún más a cada hombre y mujer que ahora se deleitaban en su propio placer.

Estar en ese lugar era lo último que quería, lo en ese instante deseaba era correr a los brazos de cierto hombre tatuado. Ana saludó a cada persona que se le acercó, muchos lo hacían solamente por ser la nieta de Anthony Dawson, otros buscando algún tipo de contacto, creyendo que con alabar su belleza y su vestido podrían adquirir algún tipo de ventaja. Agradecía no tener que acceder a ese tipo de estrategias para conseguir nuevos contratos, DawsonInterprise era una empresa lo suficientemente grande como para que sus dueños fuesen los adulados y no los aduladores.

—Al próximo imbécil que se atreva a hacer un comentario sobre mi vestido juro que le daré un puñetazo en su asquerosa boca —Ana miró a Sibel llegar a su lado con las mejillas encendidas por la rabia.

—Pero es que te vez increíble. Hasta yo haría comentarios —miró a su amiga de pies a cabeza moviendo las cejas insinuante. Sibel la empujó ligeramente sonriendo y le arrebató la copa de vino que tenía en la mano. Fue su turno reír cuando su amiga hizo una mueca al saborear el vino. Todos sabían que no le gustaba pero aún así cada vez que la veía con una copa se la arrebata para probarlo, como que si esperara que algún día le gustase el sabor.

Flores Para AnnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora