Capítulo 18

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Capítulo 18


Caminando a paso rápido, desesperado. Ana recorrió los pasillos de la clínica buscando a su familia. Los ojos se le llenaban de lágrimas de solo imaginar lo que estaba sucediendo con Andrew.

Justo cuando las cosas con Dave estaban subiendo de tono el sonido de su teléfono interrumpió el ambiente, aunque no quería contestar lo hizo al ver la llamada de Sibel, su mejor amiga no iba a interrumpir por nada su encuentro con el chico, así que debía ser importante. Y vaya que lo era. Andrew había tenido un ataque.

—¡Ana! —se vio rodeada por los brazos de su prima apenas entró en la sala de espera. Valeri —algo más baja— escondió el rostro en su cuello y de inmediato un sollozo escapó de garganta. Solo pudo envolverla en sus brazos y dejarla llorar. ¿Qué más podía hacer?

El ambiente en esa sala de espera era tenso, todos estaban preocupados. Su abuela le dio una mirada breve antes de aferrarse en los brazos de su esposo mientras su abuelo le daba una sonrisa triste. Su tío tenía el pecho pegado a la espalda de su tía Janet en cuyo rostro se reflejaba la pura desesperación de no saber que pasaba con su hijo. Sentado en uno de los sofá Peter miraba el reloj en la pared contando los minutos para saber de su hermano.

—Todo va a estar bien, Val —le susurró a su prima mientras pasaba la mano por su espalda.

—Él no podía respirar, se estaba poniendo morado y no sabía qué hacer, si no fuera porque Peter llegó y le habló a Sibel yo… yo… hubiese dejado que mi hermano muriera…

—¡Hey! No digas eso…

—Es la verdad… —lloró más fuerte. De un momento a otro Valeri fue arrancada de sus brazos. Peter tomó a su hermana y la miró furioso.

—No vuelvas a decir eso… solo estabas asustada… no lo estabas dejando morir, cuando entre le hacías el masaje pulmonar que su médico nos enseñó… —Valeri negó con la cabeza— Lo hacías. Por eso dio tiempo de hacer todas esas llamadas, tu lo ayudaste Val y, Ana tiene razón. Todo va a estar bien —esos dos discutían siempre pero ahora Ana sonrío al ver a Peter estrechar a su hermana entre sus brazos y susurrarle tiernas palabras en el oído, los demás solo miraban la escena con la preocupación instalada en sus rostros.



—Linda chaqueta, aunque no combina muy bien con ese vestido y los tacones —Ana sonrió ante el intento de broma de su tío Daniel.

—Es la última moda en París ¿no lo sabías? —pasó la mano por las mangas de la enorme chaqueta deportiva que llevaba. La chaqueta de Dave.

Había sido él quien la llevó a la clínica pero ninguno de los dos vio que fuese el momento más idóneo para que él se presentara ante su familia. Sobre todo ante sus abuelos.
No. Ese encuentro debía ser controlado, en un minuto donde nada ni nadie pudiera interrumpir. Tanto Dave como ella sabían que ese encuentro —a pesar que sus abuelos estaban dispuesto a aceptarlo— no iba a ser fácil. En ese instante iban a haber demasiadas emociones a flor de piel así que, que se encontraran en un momento tan delicado como era el riesgo de perder al más pequeño de los Dawson no era el adecuado.

Cuando por fin el médico salió a darles informe sobre Andrew era casi de mañana, los pulmones del pequeño estaban comenzando a fallar, Ana no dudo en intervenir. Cuando Andrew fue diagnosticado con apenas cinco años el mismo médico había dicho que los problemas respiratorios comenzarían cuando alcanzara los quince o dieciséis años y aún faltaba mucho tiempo. Pero la maldita enfermedad estaba avanzando con más rapidez de lo que los cientos de estudios que habían sobre ella indicaban, mientras los problemas motrices comenzaban cerca de los doce años su primo con nueve años ya los presentaba, al igual que la dificultad para comunicarse.

Flores Para AnnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora