♤Epílogo♤

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—Y en últimas noticias, el aclamado científico Tyson Roberts ha hecho un contrato legal con la reina de los Ramigüis, y entre ambos han decidido ayudarse mutuamente para expandir la raza Ramigüis. El presidente de los estados Unidos de América también está en medio de un trámite con los Ramigüis para pactar una nueva ley, en la que los Ramigüis y humanos podrán convivir juntos en un mismo lugar; lo que significaría que en muy poco tiempo podremos ver a estos maravillosos seres caminando entre nosotros. Ahora, volviendo con los deportes....

Apagué la televisión cuando la reportera terminó de decir las últimas noticias y dejé el control remoto sobre la pequeña mesita frente a mí. Miré el reloj en la pared que marcaba las 6:00 p.m.

Me levanté del sofá y caminé por el pasillo buscando mi chaqueta.

En la sala estaban los dos pequeños más importantes en mi vida. La menor de ellos, al verme corrió hacía a mí y me abrazó. La cargué y me adentre a la sala en donde se encontraba el mayor.

—¡Papá! ¿Quieres ver mi dibujo?—preguntó emocionada.

—Claro—le sonreí y ella bajó de mis brazos.

Corrió hacía una mesa en donde había un desastre de colores, hojas y pinturas, y volvió a mí con un dibujo en las manos. Ella me lo enseñó entusiasmada y me coloqué de cuclillas frente a ella observando el dibujo.

—Que lindo dibujo, Rachel—halague y ella sonrió de oreja a oreja mostrándome sus hoyuelos—¿Me lo regalas? Es para ponerlo en mi oficina.

—¡Claro que sí!—exclamó obsequiándomelo—y puedo hacerte muchísimos más.

Le di un beso en su frente.

—Gracias.

En uno de los sofás de la sala se encontraba mi chaqueta, me levanté de mi posición anterior y la tomé para empezar a colocarmela.

—¿Saldrás?—preguntó la pequeña.

—Es obvio, Rachel. Papá siempre sale a esta hora—respondió el mayor jugando con su consola de videojuegos, de cabeza en un puf.

—¡Cállate, Seven! Estoy hablando con papá, no contigo—le sacó la lengua la mini castaña y volvió a dirigir su mirada hacia mí—¿no puedo acompañarte?—hizo ojitos de perrito y le sonreí con ternura.

—Cuando crezcas un poco más prometo llevarte—prometí con una sonrisa y sus ojos brillaron.

—Mentira—habló Seven jugando aun.

—A ti también prometo llevarte—concluí con tranquilidad y él dejó la consola sobre su regazo y me miró incrédulo.

—¿Andas de buen humor hoy o...?—preguntó sorprendido.

—Siento que hoy es el día—murmure para mi mismo.

Del umbral de la puerta aparece una figura femenina con humo alrededor de su cuerpo. Ella entra lloriqueando mientras cargaba una bandeja con algo negro y viscoso dentro de la anterior. Llevaba puesto un delantal rosa y su cabello estaba desordenado en un moño.

—¡Me rindo!—chilló frustrada—pediré comida china.

Dejó la bandeja sobre una mesa y fue a buscar su teléfono para pedir comida.

—¿Isabel no vino?—pregunté y ella me miró sollozando.

—Le di el día libre. Pensé que me saldría una lasaña genial, pero solo míralo, parece lodo vomitado—se quejó y me acerqué a su extraña creación.

—De seguro no sabe tan mal, Carla—dije probándolo y casi vomito con el primer bocado.

Miré a los niños y negué con la cabeza.

—Traeré pizza—les murmure y volví a ver a mi esposa—te quedo delicioso, nena—alcé mis pulgares y ella sonrió entusiasmada.

—¿Hablas en serio?—preguntó emocionada y asentí con la cabeza.

Ella se acercó a mí y me dio un beso en los labios. Rachel se tapó los ojos con las manos para no "ver" aunque igual veía entre los dedos. Y Seven hizo una mueca de asco.

—Me dará diabetes si sigo viéndolos—se quejó y me reí acercándome a la salida.

—Volveré en un rato—confirmé y Carla me siguió por detrás.

—¿Crees que ella volverá?—preguntó cuando ya estábamos frente a la puerta.

Ella era la única que sabía porque salía siempre a esta hora. Una promesa era una promesa y hago todo lo posible para no romperlas.

—No quiero perder la esperanza—murmure contra sus labios.

—Solo espero que todo esto no sea en vano—aludió arreglándome la chaqueta y palmeándome el pecho—ve.

Le sonreí por última vez antes de salir de casa.

Subí a mi auto y emprendí mi camino hacia el acantilado Westchester. Cuando llegué dejé el coche a unos metros de donde la encontraría y comencé a subir la pequeña montaña. Cuesta arriba, habían muchísimos árboles frutales que se mantenían vivos gracias al pueblo de los Ramigüis, ellos se encargaban de mantener este bosque sano, ya que su pueblo no quedaba muy lejos de aquí, aunque nadie sabía exactamente en donde estaba.

Me senté sobre la roca en la que siempre me siento cuando vengo y empecé a contemplar el hermoso paisaje que se reflejaba desde estas alturas.

El viento sopló con algo de fuerza y los mechones rebeldes de mi cabello volaron a su compás.

Siempre que vengo a este lugar podía sentir su presencia, aunque ella no estaba. Hablaba con ella aunque la gente pensara que fuera conmigo mismo, sabía que ella podía escucharme aunque no la viera.

Respiré hondo inhalando el aire puro que me ofrece la naturaleza y cerré los ojos murmurando cosas para ella, y sinceramente parecía un loco haciendo todas estas idioteces, pero estoy seguro de que ella me puede oír.

—Rachel... Ya me estoy comenzando a cansar de esperar algo que probablemente nunca vaya a pasar. Yo.... Esta puede ser la última vez que me veas aquí.

Todos estos años había venido sin fallar ni una sola vez, pero ella no llegó a estar conmigo en ninguna de ellas.

Me quedé en silencio sin saber que más podría decirle, así que suspire afligido. Si esta será la última vez que volveré, deseo dejarle todo en claro, aunque no tenga la seguridad de que me escuchara.

—Sabes que siempre te querré—admití con nostalgia—pero me he cansado de esperar. Te quise de todas las maneras posibles y aún así no logré que te quedaras. Y como tú misma me lo pediste, supongo que ahora lo mejor es que siga adelante sin estar atado a todos tus recuerdos—solté una risa absurda—tuvieron que pasar dieciséis años para que me diera cuenta de ello.

Me levanté de la roca y observé por última vez el hermoso atardecer desde la altura, antes de volver a casa.

—Siento tener que irme definitivamente, pero nunca volviste.

El viento rugió con fuerza y las hojas de los árboles se movieron de igual manera. Podía sentir mi cuerpo estremecerse al sentir una extraña electricidad por mi espalda.

Una voz... Esa voz que pensé que después de mucho no volvería a oír toco todos mis sentidos. Me di vuelta y vi una silueta entre los árboles, ésta comenzó a salir hasta que se dejó completamente expuesta bajo la luz del atardecer.

Podía sentir todo tipo de antiguos sentimientos reviviendo y ella me sonrió con la misma chispa con la que solía hacerlo. Me quedé estático en mi lugar cuando ella habló haciéndome recordar lo meliodosa que era su voz.

—Siempre he estado contigo, Logan.

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Nota de la autora: Ahora si llegamos al final de esta bella historia. Quería agradecerles por todo su apoyo en todo el transcurso de la historia y quería comentarle que la semana que viene subiré una nueva historia llamada "El Amor No Tiene Escape " en serio agradecería su apoyo en este nuevo proyecto.

Ahora la sorpresa es que este libro, Experimento Número 7 es oficialmente el libro #1 de la Bilogía Experiment, lo que significa que en unos meses sacaré la continuación de este libro, con el nombre de "Experimento Suelto"

Experimento Número 7 [#1 Bilogía Experiment] (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora