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<< Capítulo dieciocho: Sangre >>
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Actualidad

—¿Estamos todos? —cuestioné en la sala de reuniones. Nadie dijo nada, pase la mirada por el lugar y fruncí el ceño recordando a alguien que no estaba ahí—, ¿Dónde esta Joker?

Una risa burlona resonó detrás de mí. Todos miramos a Wesson con incredulidad por las carcajadas que estaba soltándose.

—¿Qué es lo gracioso?

—¿Tu nombre de pila es Harleen Quinnsell? —preguntó viéndome, asentí sin entender—, ¡Y eres amiga de alguien que se llama Joker! —estalló en risas.

Apreté los labios viéndolo. El tomo ya una posición más seria, pero siguió riendo.

—¿Tus padres eran fans de DC o algo? —preguntó aún divertido.

Rodé los ojos dándole la espalda.

—Joder, trabajar con gilipollas como él me hacen perder la cabeza —murmuré viendo a los demás.

Bentley me miró divertido.

—Joker está en NorthStreet buscando a unos chicos que Lucifer quiere acá.

—¿Más? —el asintió—, Al parecer esto es más serio de lo que pensábamos.

—¿Vez eso ahí? —señaló el mapa tras de mí, me giré viendo donde su dedo apuntaba. El mapa tenía marcas en todos lados de color rojo—, Esos son los territorios a los que se han infiltrado.

—Se han metido a todo el subterráneo —murmuré viendo las marcas.

Bentley asintió.

—Conseguí una imagen la semana pasada pero no es muy clara —habló Merkel mostrándome su laptop, arrugue el ceño viendo la imagen.

Mostraba a un grupo de hombres y lo que parecía ser la figura de una mujer. Todos vestidos de naranja fluorescente. Parecían vestidos como si fuesen a prisión.

—¿Esos de donde salieron? —gruñí ampliando la imagen.

—Yo mande a mis chicos por el área, pero no encontramos nada. No habían señales de nadie —dijo Bersa viendo la misma imagen que yo.

—¿Las cámaras? —pregunté en dirección a Merkel, el negó.

—Las cámaras fallaron ese preciso día. Después de ahí ha habido fallos contantes. Están metiéndose en nuestro sistema.

—¿No tienen un hacker que se encargue de eso? —preguntó Wesson tras de mí.

—Yo soy el hacker, pero ya descifraron mi software. Crear uno nuevo se tardaría, no lo sé...

—Tengo alguien que puede hacerlo hoy mismo —dijo Wesson atrás de mi de nuevo. Merkel se quedó en silencio—, Dos cabezas piensan mejor que uno. Y creo que mi contacto y tu mezclados podrían hacer un muy buen trabajo.

Asentí.

—¿Qué hay de las zonas de atracción? ¿No se han aparecido por ahí?

—Ninguna de las actividades ha sido interrumpida. Las carreras han estado intactas, igual el mercado de armas, la fábrica y las peleas. Incluso los pubs, todo está perfecto —respondió Bergara.

—¿Entonces a que entran? ¿Por qué se meten si lo único que hacen es mirar?

Me quede en silencio escaneando el mapa. Viendo todo con detalle.

Las calles de SouthStreet eran las que más recurrían. El área Norte había sido visitado pero no con tanta frecuencia. Mucho menos el oeste. Y ni hablar del este. Rondaron todo el lugar. Dieron la vuelta como si...

—¡Están asegurando el perímetro!

Wesson enarco una ceja viendo el mapa junto a mi y asintió.

—Tiene sentido. Quieren encargarse de que el perímetro esté limpio para ellos —dijo señalando el mapa, me giré a los chicos quienes miraban todo sin entender—, ¿Pero por qué?

—¿Qué es lo que más le envidian todos los del bajo mundo a Lucifer? —preguntó Merkel viéndonos.

Levante las cejas impresionada.

—El subterráneo —respondí esta vez yo.

Wesson asintió relamiendo sus labios, pensativo.

—Quieren apoderarse de su territorio. Arrebatárselo.

—Pero se equivocaron, nosotros los sacaremos de aquí como las ratas que son —gruñí viendo el lugar.

—¿Qué tienes en mente? —me pregunto Wesson entregándome un Gatorade.

Lo abrí dándole un sorbo, arrugue el ceño viendo el sabor y lo fulminé con la mirada.

—¿Naranja? ¿Es enserio? —bufé.

El se encogió de hombros.

—Ya te acabaste los de uva.

Regrese mi atención al lugar y suspiré viéndolo. ¿La mejor manera de tener todo bajo control y evitar que esas ratas se metieran? Acorralándolos en su mismo juego. 

Eso es.

SouthStreet.

NorthStreet.

Central Street

East side.

West side.

Necesitaba gente en todos los puntos. Los acorralaríamos en nuestros mejores lugares. Y cuando supiéramos quienes son, ahí atacaríamos.

Sonreí volteándome hacia los chicos quienes me veían espectantes.

—Ya tengo el plan —murmuré tomando mi móvil.

Wesson frunció el ceño viéndome.

—¿A quien llamas?

—Necesito la autorización de Lucifer —murmuré—, Quiero chicos de todos los puntos del subterráneo.

—Quinnsell —dijo tras la línea.

—Necesito tu autorización.

—¿Para qué?

—Necesito reclutas. Ya tengo la manera de acabar con las plagas.

—Nena, ¿Olvidaste como son las cosas aquí? —guarde silencio—, Recuérdame quien eres, Quinn.

—Tengo al equipo al lado —murmuré avergonzada.

—Déjate de gilipolleces y responde. ¿Quién coño eres?

—Harleen Quinsell Crawford.

¿Qué posición tienes en el maldito bajo mundo?

—Soy la protegida de Lucifer.

—Eres mi mujer —gruñó tras la línea—, Tienes tanto poder como yo. Úsalo. No llevas mi apellido por nada.

—Gracias —murmure avergonzada. Sentía la mirada de todo en mi, más la que se clavaba en mi espalda.
Sabía que le pertenecía a Wesson.

—Atrapa esas ratas y haz a tu marido feliz. ¿Quieres?

—Estoy en eso.

Y colgué.

Todos los pares de ojos estaban sobre mí, helándome la piel. Aclare mi garganta avergonzada. 

—Wesson —llame, el no se inmutó—, Necesito a tu equipo. Iremos por más gente.

Y entonces, Wesson por primera vez desde que lo conozco. Soltó una sonrisa que me congelo el alma. Una sonrisa no alegre ni confiada. Mucho menos insinuante. Era una sonrisa sadica. Porque él sabía, que lo que se avesinaba...

Era sangre.

Rotten | Libro 1 (Saga Diamante Blanco). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora