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<< Capítulo veinticinco: Regresar a él >>

Flash.
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Tan pronto abrí la puerta de mi habitación un tirón inesperado me metió dentro tomándome por sorpresa.

El usual gris claro llamativo que siempre me veía desde las sombras o de reojo lucia obscuro y molesto. Como si no soportara verme.

—¿Qué diablos te sucede? —pregunte soltándome de su agarre, pero fue en vano ya que el volvió a tomarme del brazo para acorralarme contra la pared claramente molesto.

Le miré, dudosa.

—Siempre será así. ¿Verdad? Siempre te irás detrás de él.

—¿Qué?

—Joder, Dubai, cada día me sorprendo más lo ciega que estás.

—¿Ciega? —cuestione—, Suéltame ya Wesson.

—No, no vas a ningún lado hasta que me respondas. Llevo demasiado tiempo preguntándome lo mismo una y otra vez.

—¿Responderte qué? —bufé mirándole, su ceño se frunció aún más.

—¿Qué diablos te mantiene ahí, porque diablos alguien como tú, sigue con alguien como él?

Trague en seco.

Eso era difícil de responder, amigo.

—Yo...

—No te atrevas a mentirme. Te conozco lo suficiente para saber que no te hace feliz.

Cerre los ojos con fuerza.

¡No necesito esto ahora!

—Wesson tú jamás lo entenderías. Él, el es simplemente él.

—No, Dubai no hagas eso —me señaló—, Fingir que es algo muy profundo solo hace la jodida mentira peor.

—¿Qué quieres que te diga, huh? —pregunte perdiendo la paciencia—, No puedo responderte. No hay manera.

—No quiero que digas nada. Es obvio que esto fue un puto error.

Y sin más salió de la habitación dando un portazo.





¿Saben esa sensación de querer matar a alguien pero no lo haces porque es ilegal y puedes irte a la cárcel, pero el sentimiento es muy fuerte y tiendes a pensarlo mucho?

¿No? ¿Solo yo?

Vale, que se entiende pero un poquito de empatía, coño.

—¿Dormite bien, guapa? —le preguntó Dallas a America cuando pasó por su lado con su desayuno en mano.

La castaña le miró de reojo y tras levantar las cejas y fruncir el ceño, asintió viéndolo con rareza. Dallas le sonrió a boca abierta, tal vez esperando formar una conversación.

—Si estas esperando que te pregunte lo mismo siéntate a esperar tío, que desde que la conozco he tratado de liarme con ella y nada que ver —le dijo Merkel desde el otro lado de la cocina.

Dallas frunció el ceño.

—¿Y quien te dijo que quiero liarme con ella? Con razón ni te pilla, si es que eres un guarro.

—Guarro tú...

—Buen día equipazo —entró saludando Bentley, su mirada pasó por todos los presentes y de repente se le frunció el ceño—, ¿Por qué tienes cara de culo? —preguntó señalándome.

Rotten | Libro 1 (Saga Diamante Blanco). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora