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<< Capítulo cuarenta y uno: Sangre fría >>

PRECAUCIÓN: Capítulo narrado en tercera persona, se recomienda leer cuidadosamente y prestarle atención a los detalles si no quieres verte confundido. Este capítulo incluye escenas explícitas donde se mencionan actos agresivos que podrían ofender al lector, si no te gusta este tipo de contenido te recomiendo saltarte este capítulo.

Disfruta la masacre...

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Aquella mañana se sentía fría y reseca.

Mientras la neblina se desaparecía con la llegada del sol, las armas del diamante blanco se preparaban para la masacre. La mafia estaba preparada, siguiendo las órdenes de Lucifer, listos para seguirle hasta la muerte si es necesario.

El cabello pelirrojo de Lucifer brilló bajo la luz mañanera. Una taza de café caliente en sus manos, y en la otra, su arma cargada y lista para lo que se avecinaba. Aquella mirada imponente veía la luz apoderarse de la obscuridad y aclarar su territorio, deleitándose la mirada con todo aquello que proclamaba como suyo.

Pensaba en cómo podía salir el enfrentamiento de hoy. Habían muchas opciones, no tenía la certeza de que todo saldría como el lo había planeado. Y quería convencerse a si mismo, quería en serio hacerlo y mentalizarse de que todo iría a la perfección. Pero no era así, tenía ese maldito dije de duda que le carcomía la cabeza.

Aquel chaval que sacó a su mujer de aquella adicción a la que por su propia culpa se había metido, era una gran amenaza para su territorio. Y es que, aunque Wesson lucía como un chaval cualquiera, no lo era. Igualmente, el era el menos indicado para juzgar a alguien por su edad, pues el era un completo crío. A sus veinticuatro años era la amenaza de muchos y aquello le hacía sentirse orgulloso, pero le daba la preocupación de que Wesson podría tener el mismo pensar que el por el parecido de edades.

Allí de pie, pensó en su mujer.

Aquella niña inocente que había llegado a aquel club de mala muerte a los quince años buscando un lugar donde pasar la noche le había robado hasta el último suspiro de su alma cuando la vio por primera vez. Pero en ese momento el solo era un chaval, un crío empezando a liderar una banda de delincuentes heredada.

Cayó como un imbécil por ella, hizo hasta lo imposible por tenerla ante sus pies y cuando finalmente lo consiguió, la perdió por una estupidez. La razón de la adicción de Dubai no había sido por un momento de desesperación en su vida, oh no, fue por un descuido.

Uno muy grande.

Para ese entonces, Lucifer no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo. Tenía la nariz completamente sumergida en sus problemas en el diamante, en querer apoderarse del territorio externo de Ockwood y en querer expanderse como para eso. Pero en sus narices había un jodido pez, un pez inteligente y astuto que estaba preparándole una trampa a su mujer. Y es que sí, River había intentado enamorar a Dubai para quitársela.

Era la manera más sensata que tenía para quitarle el poder al rey del diamante. Sin la reina, el rey está en desventaja.

Así que estuvo al menos un mes intentando quitársela, y aunque Dubai no era estúpida y sabía que era peligroso dejarse regatear por el, se sentía sola. Y la soledad aveces es peor que la mismísima depresión. Podría ser la mujer más feliz del mundo, tener todo a su poder, dejar que Lucifer le comprase lo que sea, tenía todo lo que soñó alguna vez. Nombre, poder, un apellido, un anillo resplandeciente en la mano y la completa seguridad de que nadie le pondría un solo dedo encima.

Rotten | Libro 1 (Saga Diamante Blanco). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora