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<< Capítulo veintiséis: Adiós al rey >>
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—¿Se puede saber que estás haciendo? —bramó Wesson tras de mí, yo corrí al Audi sin hacerle caso con Merkel y Tyson detrás.

—Déjala, sabe lo que hace —gruñó Joker llegando a la par de mi.

Entre en el auto y lo encendí de golpe, no me sorprendí cuando Wesson se sentó en el lado del pasajero.

Era obvio que no me dejaría irme sola.

—Déjame conducir a mi —pidió, no se lo negué y me moví para que pudiera tomar el volante.

El se acomodó en el asiento y yo me removí en el mío, tomando mi móvil en mano.

—¿Bueno? —respondió tras un par de tonos.

—Dime que no están yendo a donde creo que están yendo —gruñí sin poder contenerme.

Joder, Quinn no es personal pero...

—¡Respóndeme, Amaro! ¡Dime que no están yendo a buscar a esa zorra! —bramé.

Wesson giró siguiendo la dirección que decía el gps.

Tengo que colgar, Harley.

—¡Joder, Amaro no me hagas esto! —grité sintiéndome impotente. Wesson al ver mi desesperación, aceleró.

El motor rugió haciéndome echarme para atrás en el asiento.

Harley, juro que yo no tengo nada que ver con esto. De verdad, es...

—Amaro, dímelo ya o juro que le contaré sobre lo que sucedió en Hawaii —le solté, jugando mi última carta.

Un suspiro se escuchó por la línea.

Maldigo la hora en que eso pasó —gruñó.

—Sabes que no —contradije.

Tienes razón —suspiró rendido, y aunque no le estaba viendo, sabía que estaba sonriendo—, Si. Está yendo tras ella. La va a buscar.

Hijo. De. Puta.

—Gracias, cuñadito.

Colgué con Wesson viéndome de reojo, curioso. Apreté los dientes y pase mi mano por mi cabello apretándolo.

Maldito hijo de puta, sabía que haría algo como esto.

—Ve por el búnker de la fábrica, si llegamos por ahí cortaremos el camino largo y lo alcanzaremos antes de que cruce la frontera —ordené.

Wesson no dijo nada y yo empecé a buscar en la parte de atrás, rebuscando en la mochila que tenía en el suelo.

—No me mires el trasero —gruñí cuando me agache a tomar el arma que estaba debajo del asiento.

—Muy tarde, nena.

—Wess, no es momento para...

—Estamos llegando —avisó.

Yo regrese a mi asiento, acomodándome mejor. Apreté los labios viendo todo. Las camionetas estaban a dos carreteras alejadas de nosotros dándonos la delantera. Wesson giró en un callejón y avanzó por el carril contrario.

—Te estás yendo por el carril opuesto —le dije, alarmada—, ¡Wesson estás contra el transito!

—Nos lo encontraremos de frente, relájate —ordenó.

Rotten | Libro 1 (Saga Diamante Blanco). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora