<< Capítulo ocho: Jamás te lo hubiera escondido >>
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.—¿Qué estás haciendo? —murmuré parpadeando confundida acostumbrándome a la luz del sol que me estaba pegando en la cara.
El auto estaba moviéndose, y en ese instante recordé los sucesos de anoche. La carrera no fue la mejor, tuvimos inconvenientes con aquellos idiotas, pero al menos la pasamos bien después.
Estuvimos aparcados en un lugar al que Wesson me llevo, según él en la noche la luna llena se veía genial. Y tenía razón, era un jodido fondo de pantalla digno de "Pinterest" así que nos quedamos ahí. Pasamos toda la noche en lugar, hablamos, bromeamos y hasta discutimos. Hasta que en un momento nadie dijo nada y el sueño nos llevó a ambos.
Ahora, viendo la situación mejor quería matarlo.
Estaba con la misma ropa de ayer, lo cual quería decir que no me había duchado —claramente—. No me había cepillado los dientes, por lo que supongo que debo tener un aliento a perro muerto. Tenía el cabello hecho un desmadre, ya que tengo el sueño mas pesado del mundo y me muevo más que una jodida serpiente. Me estómago me estaba gruñendo, y para finalizar, me estaba meando.
—Joder —gruñó estrujándose los ojos con pesadez—, ¿Es que no hay un jodido lugar donde podamos ir a orinar? Muero de ganas de mear.
—Yo igual.
Miré por la ventanilla, la carretera está vacía. No hay autos por el lugar, debe ser muy temprano ya que está todo tan desolado. El sol a penas y está empezando a salir.
—¿Qué hora es? —pregunté anonada.
—Las cinco de la madrugada —respondió simple. Abrí los ojos como platos.
Tienes que estarme jodiendo, este tío no pudo haberme levantado a esa hora...
—Que horror...
—¡Ahí hay un garaje! —gritó con alegría.
Giró el volante en un movimiento brusco haciendo que el auto valla en dirección a la gasolinera. Bajamos con rapidez y con mis manos abrazándome el cuerpo, entramos impacientes.
—Buenas, ¿En que puedo servirle? —preguntó un rubio de ojos celestes con una sonrisa despampanante apareciendo frente a nosotros.
Su expresión no cambió mucho al vernos, o al menos eso parecía.
Vamos, que no estamos tan mal. Ninguno bebió ayer, demostración de que la desintoxicación sigue en pie. No tenía vomito por ningún lado, o al menos eso creo. Estábamos recién levantados, pero al menos yo hice un esfuerzo en hacer una dona algo revuelta en mi cabello para lucir decente; Wesson no.
Él parecía un vagabundo en pleno siglo, con el cabello desordenado tocándole el entrecejo y estorbándole la vista de vez en cuando, la camiseta arrugada de ayer, los pantalones caídos y la actitud de tío farfullón.
Sin embargo, eso al tío que teníamos en frente no parecía importarle mucho. Ya que lo único que hacer ahora es mirarme como si fuera un filete.
—Si, necesitamos usar el baño —dijo Wesson impaciente.
El chico despegó la vista de mi, y sin borrar su sonrisa asintió. Nos guió hasta un lugar, algo alejado de la puerta del establecimiento. Allá había una puerta con el típico dibujo del chico/chica en ella.
—Solo hay uno, si quieren pueden turnarse a menos que...
—No te preocupes, no es la primera vez que meo frente a mi novia —le cortó Wesson con egocentría.
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Rotten | Libro 1 (Saga Diamante Blanco).
RomanceUn amor cómo el que ella sabía dar destruía todo a su paso. Dañaba todo lo que se cruzase por su camino sin importar cuán valioso fuera. Él no sabía lo que significaba esa palabra, vivió toda su vida sin recibir una pisca de eso. Cuándo ambos supie...