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<< Capítulo cinco: El jodido Audi >>
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—¿Como se supone que voy a mejorarme y tener resistencia si me sigues teniendo aquí encerrada? Quiero salir, Wesson —lloriquee desde el retrete, Wesson soltó un suspiro de cansancio.

Llevábamos al menos media hora discutiendo por lo mismo; yo quería salir. Y es que ya estaba harta de este lugar, el vomito se había detenido de a poco y las diarreas también. Tuve algunos subidones de fiebre pero nada de que preocuparse. Hoy era martes, con hoy serían casi tres semanas que llevaba aquí y enserio necesitaba salir. Algo que claramente, Wesson no entendía.

—Joder, ni porque estás metida en el baño dejas de insistir —gruñó el al verme salir del baño.

Rodé los ojos y me tire en el sofá, el control del play cayó en mis manos y inicié la partida resignada.

—Menuda gilipollez que no me quieras dejar salir, estoy limpiándome, pero pareciera que estoy presa.

Wesson arrugó el entrecejo y rodó los ojos. Llevábamos al menos así unos tres días, Wesson siempre tenía ese ceño fruncido y su actitud amargada. Yo me la dedicaba a dar mi paseo de cada dos horas al baño, pero estaba bien, porque al menos ya estaba regulándomela. Daniel vino hacer unos días, hablamos y jugamos unas partidas en el play, pero nada de otro mundo.

Douglas ni siquiera apareció, según sé Wesson y él se encontraron ayer. Wesson no quiso darme muchos detalles, dijo que discutieron y luego se fue cada uno por su lado.

Claramente eso no sucedió, porque Wesson llegó aquí más enojado de lo usual —al menos de lo que para mí, que lo conozco hacen tres semanas podía diferenciar su usual mal humor y el de "me tocaron los cojones en lo más ondo"— así que si, algo había pasado y ese gilipollas no me lo había dicho.

Aparte, no contó nada sobre lo que Douglas dijo la semana anterior cuando estábamos cenando. Lo cual me dejó lo suficientemente curiosa como para no dejarlo pasar.

—Tengo que salir —murmuró él poniéndose de pie y tomado su chaqueta.

—¡Yo quiero ir contigo!

El arrugo el ceño y enarcó una ceja mirándome con cansancio.

—Ya hablamos de esto —murmuró con fastidio.

—Me importa un cuerno, ¡Vamos que solo iré contigo! Estarás ahí, y me podrás vigilar de cerca —le dije encogiéndome de hombros.

El sacudió la cabeza con frustración un par de veces y pasó su mano por su nuca mientras me miraba, le hice mi mejor cara y finalmente suspiró.

¡Si! Por fin, ya decía yo que no podía ser tan idiota como aparenta.

—¡Si! —grite aplaudiendo tal cual niña pequeña.

–Tienes cinco minutos para que te pongas algo de ropa y acabes por no joderme la poca paciencia que me queda y termine dejándote aquí —respondió el tirandose en el sofá.

—Si señor —corrí de camino a mi habitación y abrí el armario.

Una mueca se instaló en mi boca al ver la ropa. Vale que necesitaba ir de compras, pero esto de la desintoxicación me lo ha atrasado. Solo tenía algunos jeans desgastados que me había puesto antes y unas camisetas que me quedaban enormes pues todas me las habían dado Douglas y Daniel. Rebusque entre la ropa que tenía antes de venir aquí y acabe por encontrar unos tops que ya me quedaban diminutos la verdad, pero prefería eso antes que parecer vagabunda.

Tomé un top negro de encaje y acabe por ponerme un bra negro. Tomé uno de los jeans negros que normalmente me ponía y en mis pies acabaron mis botas negras, esas que siempre usaba pero parecían nuevas aún.

Sacudí un poco mi cabello y me miré en espejo. Me veía bien, como si no hubiera estado casi un mes encerrada en un apartamento diminuto con un gilipollas que me estaba metiendo Gatorade hasta por el culo.

Si, definitivamente me veía genial.

Suspire y salí de la habitación, Wesson al verme rodó los ojos y se puso de pie de mala gana. Ambos salimos y el cerró el apartamento con pestillo.

—Si vomitas dentro de mi auto te juro que te dejo tirada en la calle —gruñó mirándome, asentí y el hizo resonar la alarma del auto.

Mis ojos brillaron en su lugar. Divise un auto color gris que encendió sus luces cuando el apretó el botón, no podía creer que un auto así estuviera aparcado en un lugar como este. Wesson se acercó y abrió la puerta con total naturalidad, mientras que yo me quede helada en mi lugar.

—¿No piensas subir? —preguntó el con burla.

—¿Qué marca de auto es? —pregunté caminando hacia el sin aliento.

—Un Audi —respondió el sin siquiera titubear—, Sube antes de que me arrepienta.

Me senté en el asiento del pasajero y inhalé el olor a limpio que emanaba el auto. El cerró su puerta y luego de encender la radio, arrancó. Mis ojos observaron a través de la ventana, los autos pasaban junto al nuestro en la carretera.

—A donde vamos tienes que quedarte siempre a mi lado, no te puedes desaparecer en ningún momento —dijo con su mano en el volante.

—¿Dónde es? —pregunté.

—Iremos a las carreras clandestinas, en el lado sur, más bien en SteetSouth.

Abrí los ojos como platos, había oído hablar antes de ese lugar. Era un sitio de gente adinerada, pero a pesar de eso, tenía su lado urbano. Lo llamaban el subterráneo, porque estaba por debajo de todo lo que los que vivimos aquí conocemos, pero también está muy encima de todo lo que alguna vez haz vivido. Allí, donde los chicos ricos que tienen una vida aburrida se salían de su zona de confort y acababan metidos en peleas clandestinas y temas ilegales. Habían muchos rumores de allí, entre ellos las carreras de autos, las peleas y mi lado favorito: los clubes de los dealers. Allí conseguía toda la mierda que me metía, y por supuesto conseguía vendedores de calidad.

—¿Vamos al subterráneo?

—Supongo que no es tu primera vez yendo allá.

Al llegar, el ruido y los gritos comenzaron a resonar. Mis ojos cayeron en Wesson y en cómo se tensó de manera notoria.

Dios, dime que este tío no tiene problemas aquí porque me voy a tirar del auto.

Wesson aparco en un lugar, y empezamos a caminar entre la gente. Se escuchaban los gritos de las personas y la música del lugar, los autos estaban todos por ahí aparcados y casi quise morir cuando reconocí un Bentley color negro.

Mi corazón se aceleró de golpe, sentía que estaba por darme un ataque cardíaco.

Me acerqué por instinto a Wesson quien me miró confundido.

Wesson me tomó de la mano, sorprendiéndome.

Entrelazó nuestros dedos y siguió su camino arrastrándome con él.

La gente lo reconoció y de la nada empezaron a abrir paso. Vi como un par de chicas suspiraron al verlo , aunque el solo rodó los ojos y apartó la mirada.

¿Qué cojones está pasando?

—No te alejes de mi —demandó.

—No tengo intenciones de hacerlo.

Rotten | Libro 1 (Saga Diamante Blanco). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora