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<< Capítulo trece: Autocontrol >>
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—¿Me vas a decir que no quieres hacerlo?

—No. ¿Tan difícil es de creer? Por fin deje de vomitar, no volveré a convertirme en Gatorade y náuseas.

—Es parte de la prueba, tienes que aprender autocontrol —rodé los ojos.

Wesson quería hacerme caer, pero no lo conseguiría. Había pasado por mucho y no pensaba en regresar a eso. No podía volver a eso.

—De acuerdo, no lo hagas. Pero, iremos al subterráneo y allí te las verás por ti misma.

¿Qué parte no había entendido de mantenerme escondida? Aveces pienso que es idiota.

No puedo ir —me tire en el sofá, buscando el control de la play.

—¿Ahora tienes miedo? Mientras me veías la cara de gilipollas no tenias miedo de ir al subterráneo.

—Si me ven contigo lo más probable es que me rapten... —murmuré encendiendo el play.

Gilipollas.

Anda vístete, tenemos que irnos.

[...]

—¡Joder! —gruñí cundo me haló por el brazo adentrándome entre la multitud de personas.

—Compórtate, el jodido Bentley está aquí —murmuró el en mi oído, me tensé al momento.

Tenía razón, aquel auto negro de Gabe estaba ahí, aparcado en el medio de todo.

Joder, ¿No me podías dar un respiro, Lucifer?

Veo que la muñequita de Lucifer está aquí.

Gabe seguía igual como lo recordaba. No solo se había acercado a murmurar esa estupidez frente a Wesson y Tyson —quién ahora mismo lo miraban como si fuese carne fresca para matar— si no que parecía más perdido que antes.

Sus ojos mieles estaban más dispersos en el exterior, tan así, que pensarías que está muy drogado. Iba de acorde con su plazo, vestía casual.

Los tipos de Lucifer se distinguían por llevar camiseta negra siempre, así que supongo que esa era la definición de perro guardián.

—No cambias, Gabe.

—La anterior vez me esquivaste, ¿Qué pasó? Pensé que mi Bentley te gustaba —rodé los ojos.

Si, me había vuelto su amiga por así decirlo mientras estaba con Lucifer. Vamos que el tío jamás estaba conmigo, me la vivía sola en esa mansión enorme que tiene en Northern.

Mi perro de seguridad era Gabe, y cómo siempre estaba ahí, nuestra relación avanzó. Pero no pasó de ahí, ojo, que por más cachonda y borracha que me pusiese, Lucifer siempre tenía mi control absoluto. Y hasta el son de hoy, jamás me he liado con otro tío que no sea él.

—Si, pero prefería cuando estaba lejos de ti.

—Eso no parecía cuando bebíamos hasta el amanecer en la mansión —arrugue el ceño, iba a contestar, pero Wesson me tomó por la cintura alejándome de él.

Rotten | Libro 1 (Saga Diamante Blanco). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora