<< Capítulo nueve: Tío, no se parecen en nada >>
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.La sonrisa socarrona que Tyson soltó al verme me dio la bienvenida tras ser presentado por Wesson.
Sus ojos —para nada parecidos a los de Wesson— me observaron con picardía. Extendió su mano de manera amistosa en mi dirección, lo miré con desconfianza y al final le di mi mano.
Me sorprendí al sentir como tiró de mí y me atrajo a su cuerpo, echándome hacia atrás de golpe. Me recompuse antes de caer en sus brazos, y me giré, con mis manos alrededor de su cuello evitándole el respirar con facilidad. En un intento de cortarle la respiración.
Una risa seca salió de sus labios, alzando las manos a modo de paz.
—Siempre haz tenido una atracción enorme por las rudas, ¿Eh?
Wesson ni siquiera se inmutó ante el comentario. Mantuvo la mirada fría y el ceño fruncido igual que antes.
—¿A qué ha venido eso? —pregunté mirándolo confundida.
Tyson sonrió, mostrando sus dientes y la diversión que la situación le causaba.
—Quería probarte. Normalmente las chicas de Wesson son... Complicadas.
—Tyson... —gruñó en desaprobación Wesson.
—¿Qué? Solo quería estar seguro que no era igual a...
—¿Igual? —interrumpí.
—Suficiente —cortó Wesson.
—Ups, parece que toque un tema sensible —un gruñido proveniente de Wesson hizo que Tyson ensanchará su sonrisa.
—¿Quién es el hermano mayor? —pregunté murándolos en un intento de disipar el ambiente tenso, Wesson sonrió ladino.
Tyson rodó los ojos.
Ya sabía yo por dónde iba esto...
—Yo soy el mayor, este idiota es menor por dos años —respondió Wesson sacudiéndole el pelo con gracia.
—¿Son hermanos de ambos padres? —me atreví a preguntar, Wesson asintió y Tyson le dio la razón mirándome desentendido—. Vamos que no parecen ni primos lejanos.
Y era la verdad.
Wesson tenía ese peculiar cabello azabache, tan oscuro que se camuflaría con la noche misma. Sus ojos eran de un tono grisáceo casi transparente y demasiado claro; parecía inhumano. Su piel, era de un tono cremoso pero no tan pálido como pensarías, es más, podría decirse que podría llegar a ser un poco bronceada. Tenía algunos tatuajes, no muchos en realidad.
En el cuello, en el centro, justo debajo de su manzana de Adán, había un año escrito en tinta negra. Recorriendo por su lado derecho, bajando por la clavícula, tenía una serpiente, bajando hasta su hombro. Había tenido la certeza de ver, o varias veces sin pólera, y podía asegurar que marcado por las costillas tiene algo escrito en un idioma que ni reconozco. Y para terminar, detrás en su espalda, hay un lobo solitario, sentándose en medio de todo aullándole a una luna llena color negra.
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Rotten | Libro 1 (Saga Diamante Blanco).
RomanceUn amor cómo el que ella sabía dar destruía todo a su paso. Dañaba todo lo que se cruzase por su camino sin importar cuán valioso fuera. Él no sabía lo que significaba esa palabra, vivió toda su vida sin recibir una pisca de eso. Cuándo ambos supie...