<< Capítulo veintitrés: Pérdida >>
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.ADVERTENCIA: Capítulo con escenas +18 y temas sensibles. Se recomienda discreción.
Lo peor que había en mi vida cuando tenía dieciséis años tenía nombre y apellido.
Se llamaba Benjamín Parcs y era mi padre.
Normalmente no era así, en sus tiempos de trabajo y buena vida era un buen señor. Compraba comida semanalmente, trabajaba en una tienda como vendedor de decoración de interiores y ganaba buen dinero con lo que nos mantenía a mi y a mamá.
Vivíamos a las afueras de la ciudad, por lo que la civilización estaba algo alejada de donde estábamos y dependíamos de papá para todo. Mamá me tuvo muy joven, a sus catorce salió embarazada de papá y por culpa de eso tuvo que mudarse con el. Mi abuela no iba a permitir que su hija manchara el nombre de la familia, así que la saco como un perro a la calle. Papá por suerte la ayudo y logró mantenerla.
Cuando yo tenía tres años, nació Tara, mi hermana. En ese entonces estábamos bien. Papá trabajaba durante el día y mamá nos cuidaba. Papá llegaba en la noche y entonces el nos cuidaba para que mamá saliera con sus amigas a pasarla bien.
Pero todo eso se fue derrumbando cuando papá descubrió a que salía mamá en las noches.
El club de lectura no era lo que él creía. El club de lectura solo se resumía a una persona, y ese era Victor Monslow. El amante de mamá y el responsable de que comenzara a consumir heroína.
Semanas después mamá fue al hospital por un dolor estomacal horrendo.
Se descubrió que mamá había estado embarazada y que gracias a la mierda que se estaba metiendo, el bebé murió antes de siquiera acabar de formarse.
Papá decidió que se separaría de ella, que nos llevaría a mi y a Tara lejos y así viviríamos bien con el lejos de mamá. Pero entonces mamá decidió pelear por lo que no le correspondía, y comenzó a hacerle espectáculos a papá en sitios públicos.
Gritándole que era un malnacido, que quería llevarse a sus hijas y no se que más. Papá solo dejaba que gritara y dijera lo que le diera en gana, al final eso era culpa de la basura que se metía.
Hasta que un día mamá fue al trabajo de papá, y gracias al espectáculo que se montó logró que lo despidieran. Papá jamás estuvo tan molesto como aquel día y los que vinieron después. Gracias a que mamá le consiguió el despido, papá comenzó a ahogar sus penas en alcohol. Cosa que a mamá le convenía pues así podía lavarle el oído para que no la dejara sola.
Así que así nos convertimos en un desastre total. Papá bebiendo a más no poder, mamá consumiendo. ¿Y Tara y yo? Esperando que todo mejorara. Pero no mejoro, solo empeoró. Una noche papá llegó más tomado de la cuenta, mucho más que lo normal.
Tara y yo estábamos en la sala viendo televisión. Mamá no estaba, se había ido a un bar con Víctor. Así que cuando papá llego y no vio a mamá allí, su mal humor fue descargado con nosotras. Comenzó a gritar, pelear, golpear cosas, hasta tirar cosas al suelo y romperlas. Entonces empezó a murmurar cosas, que estaba harto, que mamá no era suficiente mujer para el, que no la quería y no se que más.
Cuando se saco la correa los pelos de mi nuca se erizaron en alarma y yo me tensé como jamás lo imaginé. Fue directo a por Tara que solo estaba acostada viendo la televisión, tratando de no llorar. Yo corrí a ella, y la obligue a irse escaleras arriba. Papá se enojo más porque noto que sabía sus intenciones. Entonces la pagó conmigo.
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Rotten | Libro 1 (Saga Diamante Blanco).
RomanceUn amor cómo el que ella sabía dar destruía todo a su paso. Dañaba todo lo que se cruzase por su camino sin importar cuán valioso fuera. Él no sabía lo que significaba esa palabra, vivió toda su vida sin recibir una pisca de eso. Cuándo ambos supie...