<< Capítulo diecinueve: Equipo de Inteligencia. >>
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.—¿Se puede saber porque duermes tan mal? —bufó Wesson a un lado de la cama.
Apreté los labios.
—No puedo dormir.
—Eso ya lo noté. ¿Qué te tiene tan inquieta?
Pensé un poco en cómo iba a responderle, y la verdad acabé llegando a la conclusión de que debía quedarme callada.
El tío este me tenía los pelos de punta. Cada que me movía para acomodarme en la cama me sentía como una maldita momia. Sentía su respiración al lado de mi y eso me tenía harta. Sin mencionar los suspiros cansados que soltaba cada que trataba de acomodarme de mejor manera para dormirme.
—No lo sé.
—¿Tiene que ver con Lucifer?
Apreté los labios.
¿Tan obvia era?
—Puede ser.
—¿Le tienes miedo?
Siempre le he tenido miedo.
—¿Por qué no dejas de interrogarme? A ver si así me consigo un poquito de sueño —bufé.
—Pero es que contigo no se puede hablar. ¡Mira como me respondes!
—Nadie te manda a ser tan cotilla.
—¿Cotilla? Vale que ahora no te diré nada. Quédate ahí con insomnio. Yo me dormiré y te iras a la mierda tu —espetó dándome la espalda y acomodándose en la cama.
—Eres un gilipollas.
—Y tú una gruñona —bufó.
—Este lugar me trae demasiados recuerdos —confesé—, Era mi hogar después de todo.
—Nunca me dijiste cómo acabaste en este lugar —murmuro girándose y quedando de nuevo boca arriba a mi lado. Su brazo al lado de mío sin tocarnos.
—Si te lo he dicho, te conté que...
—No habló de eso —me interrumpió—, Hablo de la historia destrás de eso. ¿Dónde vivías antes de llegar aquí?
Sonreí sin poder evitarlo.
—Yo crecí a las afueras de este maldito pueblo. Vivía en una casita de madera en el campo.
—Eso explica porque te encanta tanto el jodido atardecer —dijo haciéndome soltar una risita.
—Si, amo el atardecer y por eso todos los días a las seis de la tarde salgo afuera y me quedo mirando por el balcón. Porque amo ver como el color naranja se apodera del cielo.
—¿Y qué pasó? En tu infancia, digo.
—Mi mamá era una adicta —reí sin gracia—, Un día descubrió lo que las drogas podían brindarle y sin más se embadurnó de ellas.
—Yo siempre he pensado que para joderse la vida se necesita un motivo fuerte. Algo que te mate por dentro y haga que el deseo de terminar de morir te lleve a ello. Por eso jamás entendí porque alguien se metería en algo así por gusto —dijo él.
Apreté los labios soltando el aire que estaba conteniendo.
—Mi mamá no siempre fue así. Cuando... Cuando yo tenía doce, intento tener otro bebé con mi padre. Todo iba genial en el segundo mes pero algo fue mal y, lo perdió. Mi hermano no llegó a salir de ese vientre. Eso jodio a mamá. Y la llevo a lo que era.
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Rotten | Libro 1 (Saga Diamante Blanco).
RomanceUn amor cómo el que ella sabía dar destruía todo a su paso. Dañaba todo lo que se cruzase por su camino sin importar cuán valioso fuera. Él no sabía lo que significaba esa palabra, vivió toda su vida sin recibir una pisca de eso. Cuándo ambos supie...